Acabamos tan escamados con la última crisis económica que nos cuesta felicitarnos por la evolución de las cosas. Ayer se presentaron nuevos datos del empresariado catalán sobre la evolución de la coyuntura y, la verdad, los datos invitan al optimismo.

Es cierto que la prudencia debe ser para muchas generaciones una divisa irrenunciable. Más todavía cuando el desempleo continúa en los niveles dramáticos en los que se halla y los salarios y la calidad del empleo tienen un amplio recorrido de mejora. 

Estamos sólo ante los indicadores previos que nos pueden conducir a vivir buenas noticias en futuros meses: las exportaciones españolas han crecido un 28% en lo que ha transcurrido de 2015 y nos situamos por encima de niveles como el alemán (15%) o el británico (14%). Sólo en Cataluña, el capital extranjero recibido ha crecido el 280% en referencia al periodo anterior. Teniendo en cuenta la situación política de la comunidad esa es una excelente noticia. 

Aunque tampoco hay que engañarse. De la inversión extranjera recibida, la construcción y el sector inmobiliario catalán se llevaron la mejor parte. En eso no es que no aprendamos, sino que el capital internacional sigue interesado por nuestros inmuebles, bien sea para usos residenciales, hosteleros o de otro tipo. El resto de sectores reciben capital pero con tasas sensiblemente menores.

Hoy Laura Fàbregas repasa lo bien que ha ido el último puente de la Constitución y la Inmaculada. Incluso las reservas hacia los últimos días de año hacen indicar que la confianza en el consumo regresa de forma lenta pero inexorable.

Se puede ser cauto, porque nos conviene driblar aquellos errores del pasado, pero también optimista. La economía marcha, crece y parece dispuesta a superar las dificultades de la mayor crisis que ha vivido toda una generación. Una buena señal, sin más.