El Govern podrá quitarnos la Navidad. Pero no la dignidad. La que le falta a Junts per Catalunya (JxCat) y ERC, enfrascados en su penúltima bronca. ¿Llegarán ellos a comerse los turrones en Palau? Seguramente, porque han convertido la Generalitat y el Parlament en una excelente plataforma preelectoral para dirimir sus diferencias y, de paso, correr un tupido velo sobre la gestión de la pandemia.

Creen los independentistas que su enésimo enfrentamiento a cuenta de las filtraciones interesadas sobre las medidas antiCovid distrae de lo importante, esto es, de los bandazos a los que nos tiene acostumbrados el Govern en la lucha contra el coronavirus. Un juego peligroso que se puede traducir en un aumento de la abstención el 14F, especialmente en ese espacio convergente que, técnicamente, votaría a Junts per Catalunya, pero que empieza a constatar la ineficacia y la irresponsabilidad de quien debería ser su referente electoral.

Dicho de otra manera, hasta ahora, las víctimas del Covid han sido asumidas con una cierta resignación por parte del electorado catalán, pero el caos en las ayudas a los autónomos ha supuesto un antes y un después, tanto por la brutal crisis económica que preconiza, como por la nefasta gestión demostrada. ERC se ha visto obligada a renovar la cúpula de Trabajo, Asuntos Sociales y Familia. Y con razón, aunque según la oposición, se ha quedado corta y es el propio consejero Chakir El Homrani quien debería haber puesto su cargo a disposición. JxCat, en la línea trumpista de cuanto peor mejor, intenta aprovecharse de las debilidades de su socio de gobierno, al que no da tregua.

Filtrar, dos veces en una semana, antes de que fuera aprobado oficialmente, el plan para hacer frente a la pandemia, es un ejercicio de irresponsabilidad y deslealtad por parte del consejero de Empresa, Ramon Tremosa. ¿Pero para qué escandalizarse? Sabemos que Carles Puigdemont le colocó en el Govern, previo cese de Àngels Chacón, para desgastar a los republicanos.

En esta ocasión, esa estrategia de caos y desconcierto para eclipsar la labor de gestión republicana iba referida a la desescalada, esto es, a la flexibilización de las restricciones. Una cuestión muy sensible, tanto por el riesgo de rebrote de contagios que puede suponer, como por la situación desesperada en la que se encuentran bares y restaurantes, que necesitan como agua de mayo la reapertura. El lamentable espectáculo de JxCat y ERC no ayuda a clarificar la situación.

La división independentista se ha convertido en una especie de Pesadilla antes de Navidad --grande Tim Burton-- para el ciudadano, confuso ante unas festividades que no sabe cómo podrá celebrar. Si en soledad o en familia. Duro, muy duro.

Aunque, recurriendo a modelos mas tradicionales, el Govern parece emular al mister Scrooge de la novela de Dickens, avaro con sus ayudas económicas --¿qué hace con el superávit de 891 millones, los 3.225 millones transferidos por el Estado y la ampliación presupuestaria de 420 millones gracias a la suavización del objetivo de déficit?-- e insensible ante las necesidades de los ciudadanos.

La tacaña Generalitat/Scrooge se merece la visita del fantasma de las Navidades presentes y futuras, para que sepa realmente lo que piensan los catalanes de su mala gestión y las consecuencias de la misma.