A los nuevos convergentes, los bautizados como PDECat, nadie puede negarles que no sean buenos discípulos de sus mayores de CDC y hasta de la madre superiora de la congregación. Por si quedaba alguna duda, han recuperado la política de peix al cove de Jordi Pujol y sus equipos durante décadas con la liberalización del sector portuario.

De poco ha servido que exista una sentencia firme de la Unión Europea, que España pague una multa de más de 100.000 euros diarios, que compliquen la vida de la industria de la automoción (tan vital y nuclear en el país). De poco, o de nada, para ser exactos: el Gobierno de Mariano Rajoy estudiará hoy en el Consejo de Ministros la liberalización timorata de las tareas de estiba en los puertos españoles. Y si el PP no tiene mayoría en el Congreso para sacar adelante estas iniciativas, ¿quién le dará apoyo? Ni más ni menos que el PDECat, que asegura así la presidencia del Puerto de Barcelona para uno de sus más insignes representantes, el amigo personal de Artur Mas y empresario, Sixte Cambra.

Con esta comedora garantizada, los nuevos convergentes se desentienden de su ideario, pero ganan en operatividad en instituciones económicas de primer nivel. Es una forma de garantizar la existencia de un lugar en el que trabar relaciones de negocio y quién sabe qué más. Conocedores de que dentro de poco será Oriol Junqueras y su séquito quienes tomarán paulatinamente el control de esos espacios, garantizarse el Puerto de Barcelona es un buen negocio gracias a la autosuficiencia de la institución, que no depende de fondos públicos y maneja un abultado y generoso presupuesto, sobre todo para sus acólitos.

Tanto apelar al Madrid que roba o al supuesto fascismo de un Gobierno constitucionalista para acabar entregado por un plato de lentejas demuestra que los nacionalistas vascos son mucho más inteligentes y menos esquizofrénicos

Si la reforma del PP pone de manifiesto lo pernicioso para la economía de un país que resulta contar con un gobierno débil, obligado a tragarse extraños y atávicos privilegios de los estibadores, el apoyo del partido independentista catalán resulta igual de surrealista. Tanto apelar al Madrid que roba o al supuesto fascismo de un Gobierno constitucionalista para acabar entregado por un plato de lentejas demuestra que los nacionalistas vascos son mucho más inteligentes y menos esquizofrénicos.

Al PP y al PDECat les une en esta historia que ambos están secuestrados. Los que gobiernan en Madrid son rehenes de un colectivo que no deja de amargarle la existencia con continuas amenazas de huelga que permitan proseguir con sus privilegios salariales y corporativos. Los que gobiernan en Barcelona viven al borde de la indigencia política, lo que convierte en oro todo aquello que permita manejarse dentro de la actividad económica.

En el Puerto de Barcelona, las industrias del automóvil que utilizan esa instalación para exportar sus productos han podido comprobar qué significa en castellano la expresión peix al cove. El resto de partidos, sobre todo aquellos que dicen ejercer la oposición, siguen entretenidos en saber dónde reside la bolita que les mueven ante sus narices.