Bienvenidos a otra tediosa semana en la esfera política en la que las propuestas de nuestros ¿representantes? brillan por su ausencia y en la que destacan sus reproches, caras largas y amenazas. Una vez más. No sorprende, ¿verdad? El motivo no importa, pero en esta ocasión vuelve a ser a cuenta del supuesto espionaje a dirigentes y activistas separatistas por medio de un malware que entra en teléfonos ajenos no se sabe muy bien cómo. El independentismo está que trina y razón no le falta si se confirma que estos hechos han ocurrido, como se dice, de forma masiva y sin autorización judicial. Pero podría aplicarse el cuento. No vale eso de “solo yo puedo espiar de forma ilegal”.

No obstante, en las últimas horas se ha producido una novedad que ha desmontado el relato llorón del independentismo: Pedro Sánchez y Margarita Robles aseguran que también fueron víctimas de Pegasus –por ahí asoma Marruecos como sospechoso–. Y, sea como sea, en otra de sus jugadas maestras, el presidente ha neutralizado la nueva arma arrojadiza del secesionismo, aunque ello implique dejar a los pies de los caballos a los servicios de inteligencia por su ineficiencia a la hora de prevenir estas intromisiones, si es que son ciertas, o suponga un gesto para calmar a sus socios, lo que es igual de preocupante porque demuestra su alto grado de subordinación a ellos. De cualquier modo, su espíritu de supervivencia es envidiable y digno de estudio. Por cierto, poco se quejaron del CNI los secesionistas cuando este organismo no encontró las urnas del referéndum.

Bien es cierto que el momento elegido por Sánchez para anunciar que es víctima de Pegasus levanta sospechas –¿lo ha descubierto justo cuando se ha destapado el supuesto caso del independentismo?–, pero tampoco es de fiar que el hipotético espionaje al separatismo explote ahora, porque, entre otras razones, parece que algunos de los afectados ya lo conocían de antemano y llevaban tiempo preparando esta campaña. En todo caso, los independentistas han montado en cólera por la confesión del presidente –que no se creen–, porque ya sabemos que son excluyentes hasta para eso: ahora solo quieren que los espíen a ellos, a nadie más, que su discurso victimista pierde todo el sentido. Qué vida más triste, ¿no? Se pasan el día enfurruñados. Por todo.

Y es una pena que los políticos de todos los colores hayan convertido este asunto tan serio en un tema de plató de Mediaset, porque le quitan la importancia que tiene, que es mucha, y nos empujan a pensar que todo es un montaje. De unos, de otros o de todos a la vez. Si en lugar del Congreso o el Parlament esto fuera la casa de empeños del programa El precio de la historia ya se habría escuchado la memetizada frase “No sé, Rick, parece falso”. En eso ha derivado la política, en tener que desconfiar de todo lo que nos cuentan quienes nos dirigen, lo que se traduce en un hastío y desengaño muy peligroso para la democracia. Es que ni siquiera tiene un componente de entretenimiento. ¡Qué sopor! Y mientras resuelven sus diferencias de patio de colegio, los independentistas aprovechan para amenazar a Sánchez con dinamitar la legislatura –tampoco se sabe muy bien cómo–. Otra vez, Rick… Atrévanse, valientes, a ver si les va mejor con PP y Vox en el Gobierno.

Pero en todo este asunto hay otra inquietante cuestión que hay que plantearse con el tema Pegasus. ¿Por qué estalla ahora? No es algo que afecte solo a los dirigentes españoles; también el francés Macron ha caído en la trampa, así como el italiano Prodi y el belga Michel, por lo menos. Hay cientos de infectados en todo el mundo, y quién sabe si solo personajes públicos o también anónimos. ¿Después de la pandemia toca amedrentarnos con esto para que nadie salga del redil? ¿Es este spyware la excusa para aumentar el control autorizado sobre la sociedad, ahora a través de los móviles y las tecnologías –como si no estuviéramos ya muy expuestos–? Porque ¿quién se va a oponer a venderse al diablo si nos promete seguridad? Recordemos que ya hubo un intento de seguimiento oficial con apps con la excusa de vigilar el coronavirus, y también con el pasaporte Covid. Lo veremos en los próximos episodios de este mundo loco.