Los parásitos ejercen, lo dicen los biólogos, la llamada virulencia óptima, consistente en controlar su agresividad para evitar que su hospedador muera. ¿Qué sería de los protagonistas del procés sin ese Estado al que tanto critican, pero tan necesario para sobrevivir? Alegarán los puristas que ambas partes se retroalimentan, sin llegar a fagocitarse, pero a estas alturas ha quedado claro que no se pueden poner al mismo nivel un Estado de derecho y un grupo de dirigentes independentistas que sueñan con la hipotética república catalana.

El secesionismo exprime con fruición ese enemigo exterior al que ama y odia, confundiendo cuando le place conceptos tan diferentes como España, Estado o Gobierno. El paradigma de esa relación esquizofrénica es la CUP, que ejerce de antisistema dentro del sistema, teniendo como aliados preferentes a los herederos de la Convergència más especulativa, capitalista y liberal.

En efecto, de las tortuosas negociaciones para desbloquear la investidura y formar gobierno han aflorado extraños compañeros de viaje. Por un lado, ERC y PDeCAT, que ideológicamente tienen poco que ver, pero coinciden en exigir un gobierno estable. Por otro, Junts per Catalunya y la CUP, dispuestos a resucitar la vía de la unilateralidad y la desobediencia. Así, los antisistema expresan complicidades con ese entorno de Carles Puigdemont donde la sombra de Andreu Mas-Colell sigue siendo muy alargada.

El secesionismo exprime con fruición ese enemigo exterior al que ama y odia. El paradigma de esa relación esquizofrénica es la CUP, que ejerce de antisistema dentro del sistema

Impecable currículo académico aparte, al exconsejero de Economía le debemos el dudoso honor de haber recortado los presupuestos en política social en general y en vivienda en particular, durante los duros años de la crisis. Mas-Colell, el padrino político de la diputada Elsa Artadi, la exconsejera de Enseñanza Clara Ponsatí o el posible sucesor de ésta, Eduard Vallory --director de un invento elitista llamado Escola Nova 21--, intentó especular con la vivienda pública con el objetivo de reducir el déficit existente en las arcas públicas. “Optimización de activos”, lo llamó.

Quienes han leído Turbulències i tribulacions, els anys de les retallades, las memorias de Mas-Colell y sus colaboradores al frente de Economía, aseguran que se trata de un excelente libro. Arremete, cómo no, contra el Gobierno del PP porque “nos estrangularon a conciencia y con mala fe”. Al margen del pequeño detalle que supone haber pactado dos presupuestos consecutivos con los populares en Cataluña, lo cierto es que Mas-Colell no solo aplicó las mismas políticas de reducción del gasto social que la derecha española, sino que ayudó a crear la “estructuras de Estado” que contemplaba la hoja de ruta secesionista. Lo hizo entre diciembre de 2010 y enero de 2016, cuando la CUP pidió la cabeza de Artur Mas, Mas-Colell, Boí Ruiz y de todo aquel sospechoso de practicar el business friendly.

En aquella ocasión, los cupaires no optimizaron demasiado su virulencia, pues la fuerza de sus diez diputados así se lo permitía. Dos años después, su situación es más débil, pero con sus cuatro parlamentarios mantienen bloqueada la investidura del futuro presidente de la Generalitat. Son los guardianes de las esencias independentistas y lo serán siempre que puedan alimentarse --en el sentido literal y figurado de la palabra-- de ese Estado hospedador al que poder pellizcar de vez en cuando con la quema de banderas y fotos del Rey.