Explica el líder de un partido político catalán que una amiga suya, abogada especialista en derecho matrimonial, ya se ha ocupado del divorcio de varias parejas por culpa de las discusiones emanadas del proceso soberanista. Habrá quien le llame fractura social, otros división en bloques y unos terceros que alertan, como el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, del riesgo de un enfrentamiento civil si no se pone coto a la situación.

Lo cierto es que Borrell sería uno de los halcones del conflicto que atraviesa la política y la sociedad catalana. Se distinguen porque hablan claro y sin medias tintas. No es el único. Inés Arrimadas podría encajarse también en esta categoría, como su compañero de partido Carlos Carrizosa, o el propio Xavier García Albiol. Directos todos ellos al meollo de la cuestión, como el ave de la que toman el apelativo.

Pero los halcones no sólo habitan en el constitucionalismo. El independentismo también cuenta con muchos ejemplares encuadrables en esta clasificación. El primero de todos ellos es Carles Puigdemont. Y no está solo. Agustí Colomines, Gabriel Rufián, Laura Borràs, Mireia Boya, Anna Gabriel, Marta Rovira y otros muchos, incluso de los medios de comunicación --o anidados en ellos-- conforman un elenco por el que la cetrería mostraría interés. Jordi Sànchez o Elisenda Paluzie son dos magníficos ejemplares de esa especie. Hay más, Gerardo Pisarello, el número dos de Ada Colau, o Jaume Asens, son otros dos dignos candidatos a pertenecer a ese grupo voraz.

Prueba de que la división social avanza en muchas direcciones es que en ambos espacios políticos coexisten, a su vez, con palomas. Es el papel de Miquel Iceta en la política catalana o de los ahora bautizados como autonomistas pero que proceden del nacionalismo catalán clásico. Ahí caben desde Marta Pascal hasta otros dirigentes del PDeCAT y de ERC que han optado por mantenerse durante un tiempo en el respeto a la ley a la vista de lo acontecido con sus compañeros. Son los de pájaro en mano o peix al cove, que se decía en tiempos de pujolismo. O, para entendernos, aquellos que intentan darle la vuelta al calcetín sin que se noten las costuras, que es lo mismo que ocultar que jugaban al póquer con la convivencia y la lealtad institucional e iban de farol.

En todo conflicto, en todo grupo social, abundan ambas especies. El problema, como siempre, son los inclasificables. ¿No me negarán que Oriol Junqueras tiene tono de paloma pero actuación de halcón? ¿Y qué dirían ustedes si alguien les propusiera que se ocuparan de clasificar a qué especie pertenecen los dos nuevos presidentes de España y de Cataluña? Es un buen ejercicio asignarlos a un conjunto y volver a pensar si hay o no riesgos ciertos. La cosa es seria, como explica la abogada matrimonialista o como alerta Borrell.