Celebré, con parecido entusiasmo, la incorporación de Gregorio Morán a Crónica Global, como el lanzamiento hace cinco años de su libro La decadencia de Cataluña contada por un charnego. Nadie como él ha sabido atizar al nacionalismo catalán sin que sus dirigentes se atrevieran a rechistarle. Leer sus sabatinas me despertaban admiración y envidia a partes iguales, tal es el talento de este mordaz escritor.

Desgraciadamente, Morán ha decidido dejar de escribir en nuestro medio porque no se publicó su último artículo. Hay varias cosas que no me cuadran en ese plante y el citado libro, que recopila artículos publicados durante casi 30 años en La Vanguardia, así lo demuestra.

La gran novedad de La decadencia…, pues así se publicitó a bombo y platillo, consistía en la inclusión de una columna que el diario catalán no quiso publicar porque podía herir la sensibilidad del entonces todopoderoso Jordi Pujol. Corría 1999, año electoral, y resultaba peliagudo abordar las corruptelas de la familia del president. Desconozco el rendimiento que tanto la editorial como el autor le sacaron a ese atentado contra la libertad de expresión. Pero es que, gracias a los bolos que en su día hizo Morán, se supo que en 1992 La Vanguardia también frenó un artículo crítico con Israel.

No juzgo si este diario hizo bien o mal porque desconozco los detalles, pero lo cierto es que, a pesar de esos dos vetos, Morán siguió publicando sus sabatinas durante muchos años. Y, como no podía ser de otra manera, cobrando por ello. Bastante bien, dicen. No sé si tanto como Pilar Rahola, que también pertenece a esa élite de selectas firmas. Hasta que en 2017, el diario decidió prescindir de sus servicios, en esta ocasión debido a un artículo titulado Los medios del Movimiento Nacional, donde aludía a sus propios jefes.

Gregorio Morán quiso hacer extensivo este ajuste de cuentas a su columna en Crónica Global, un diario digital nada sospechoso de ahorrar críticas a esos medios subvencionados por el Govern. Somos de los pocos medios que damos cuenta en Cataluña de la lluvia de millones que reciben algunas editoriales afines al nacionalismo, mutado ahora en independentismo. Y también de sus miserias, como ayer hacía Gonzalo Baratech sobre las pérdidas del diario del Grupo Godó. No era la primera vez ni será la última.

Pero una cosa es la vendetta personal y otra, el periodismo de datos. La opinión es libre, dirán algunos. Y el populismo también. Porque ni Morán ha vivido durante esos 30 años como el comunista ortodoxo que dice ser --que yo sepa no se ha prodigado demasiado en publicaciones de izquierda-- ni Crónica Global está vendida al capitalismo del Grupo Godó, como dicen nuestros detractores.

PD: Estaba tentada de aprovecharme de esta columna para explicarles miserias de mi vecino de abajo y sus quejas sobre mi perro... ¿Pero a quién le importa? Si llegamos a juicio, les cuento.