La imagen de los 21 independentistas en el Instagram de Pilar Rahola es la plasmación más genuina del cutrerío en el que se ha convertido la política catalana desde que Artur Mas metió al país en el callejón sin salida del procés.

El ridículo de estos personajes que se autoproclaman exiliados resulta ofensivo para los millones de personas que han huido de sus países en una migración forzada por el hambre o la violencia. Y no digamos ya para la memoria de los españoles que tuvieron que cruzar la frontera para escapar de las represalias del franquismo o los que padecieron el destierro interior hasta la muerte del dictador.

¿Qué exilio es ese que celebra la llegada del verano con una fiesta tan chabacana que se burla de las normas más elementales recomendadas por las autoridades sanitarias, tanto de Francia como de España y de Cataluña? A pastar fang, responde la organizadora del sarao cuando la ponen de vuelta y media en las redes sociales; como el vicepresidente de la Generalitat, Jordi Puigneró, que ahora se ríe del episodio bromeando con la mascarilla y el water. ¡Qué nivel tiene la primera línea del republicanismo independentista!

La fotografía de marras es el retrato de la chulería más genuinamente española que uno se pueda imaginar. Personajes que viven del erario --aunque alguno de ellos en este momento no chupe, como Dante Fachín, que está en la cola-- fomentan el abandono y la irresponsabilidad que han traído esta quinta ola que tan graves consecuencias tiene para los intereses del turismo y para el sistema sanitario.

Ni siquiera un señorito andaluz engominado de aquellos del prototipo más casposo se atrevería a una exhibición tan impúdica y caciquil como la de estos pájaros. Y encima lo celebran con una paella, el plato más español que uno se pueda imaginar, el preferido del general Franco y que se cocina todos los jueves en los cuarteles de España. 

Rahola trata de imitar la fiesta del inicio del verano que durante tantos años dio Pere Portabella en su casa de Llofriu. Pero con poco éxito y algunas diferencias notables. En aquellas noches ampurdanesas se cenaba suquet de pescado, un plato catalanofrancés con aroma elitista, pero que guarda lo mejor en sus patatas. El cineasta invitaba a gentes de todas las sensibilidades políticas para favorecer el entendimiento entre los españoles, mientras que la activista de TV3 solo convoca a una parte muy reducida de su propia secta.

Se autoproclaman exiliados, pero no lo son; más bien se trata de unos catetos carpetovetónicos que viven de la política.