Las aguas bajan revueltas en el feudo indepe. El último capítulo de la lucha fratricida que enfrenta a junqueristas con puigdemontistas --es decir, a radicales con ultrarradicales-- ha tenido lugar este jueves. El diario Ara ha vetado un artículo incendiario de Xavier Roig Castelló en el que llamaba a la guerra contra los castellanohablantes y los defensores del bilingüismo, y la directora y el subdirector del medio han sufrido la ira de una jauría de independentistas extremistas en las redes sociales.

En su pieza, Roig tildaba el bilingüismo de “trampa” que “solo ha servido para que los que no quieran aprender el catalán no lo tengan que hacer”. Aseguraba que “el catalán tiene enemigos, no adversarios”. Señalaba a Cs, PP y Vox como “anticatalanes”. Advertía de que “esto se tiene que acabar” y lanzaba un aviso: “Contemporizar no es una opción, y esto también vale para la prensa. ¿La actitud puede comportar enfrentamientos y cierta división social? ¡Claro! No se gana ninguna guerra sin enfrentamientos. Tan pacífica y civilizadamente como quieran. Pero radicales y con vocación de confrontación. ¿O se creen que a los quintacolumnistas se les combate con lirios?”.

El angelito Roig también cargaba contra “una clase política vendida”, además de calificar de partidos “no catalanes” a “Vox, PP y PSOE en Cataluña”, lo que, en su opinión, supone que “tenemos al enemigo en casa”. Y criticaba que “el volumen enorme de inmigración que ha recibido Cataluña en los últimos 20 años cuesta integrarlo”, especialmente “la inmigración hispanoamericana”, a la que acusa de no aprender catalán porque “no hace falta”. Por ello, proponía un “monolingüismo catalán oficial”. “Hay que empezar a ser claros y desagradables”, concluía.

Señalamiento a los anticatalanes, ataques al bilingüismo, exaltación de la guerra, apología del enfrentamiento, justificación de la división social, acusaciones de quintacolumnistas, apuntar al enemigo, críticas a la  inmigración hispanohablante, llamamientos a ser desagradables… En realidad, nada nuevo bajo el sol. Pero la directora del Ara, Esther Vera, y el subdirector, David Miró, han optado por no publicar el texto.

Vera lo ha justificado con el argumento de que la pieza contenía “insultos”, y Miró con el de que intentaba “dividir entre buenos y malos catalanes, se habla de enemigos y guerra, se afirma que la clase política está vendida y se apunta contra los inmigrantes castellanohablantes”.

No ha servido de nada. Cientos de fanáticos les han lanzado todo tipo de ataques y se han ensañado con ellos. Lameculos, botiflers, traidores, mentirosos, vendidos, estúpidos, colaboracionistas, fachas, franquistas, nazis, escoria y manipuladores han sido los improperios más recurrentes. Los energúmenos también han amenazado con darse de baja como suscriptores del periódico y les han echado en cara que no se atrevieran a publicar un anuncio de la Generalitat del referéndum independentista ilegal de 2017.

También se han apuntado al linchamiento mediático los sospechosos habituales del entorno de Puigdemont, esto es, Josep Lluís Alay, Francesc de Dalmases, Aurora Madaula, Aleix Sarri, Miquel Calçada Mikimoto, Pilar Carracelas, Joan Puig, Peyu y compañía.

De este episodio se pueden extraer diversas conclusiones pero yo me quedo solamente con un par. Por una parte, incidentes como este reafirman el carácter violento del nacionalismo catalán. El fundamentalismo que encarna Puigdemont es extremadamente intolerante y todavía tiene mucho apoyo entre el movimiento independentista, además de amplio poder institucional. El problema del nacionalismo catalán está lejos de solucionarse y la política de paños calientes se ha demostrado absolutamente ineficaz. Convendría que el constitucionalismo lo asumiera cuanto antes.

Por otra parte, hay que reconocer que el refranero español es sorprendentemente acertado. Cría cuervos y te sacarán los ojos, sostiene un conocido aforismo. El diario Ara colaboró activamente en la promoción del procés –recuerdo incluso alguna viñeta en la que tildaban a Ciudadanos de nazis por defender la neutralidad del espacio público– y en la inoculación en buena parte de la población del engaño de que la secesión era posible, aunque en el último minuto decidiera levantar ligeramente el pie del acelerador. Demasiado tarde. Como le ocurre a ERC, ahora se ha convertido en una de las dianas de los sectores más ultras del nacionalismo catalán que vomitan en ellos su rabia y su frustración al constatar el fracaso de su proyecto demencial y suicida.