Polémica lingüística (una más) en TV3. El presentador de un concurso infantil impide a los niños responder en castellano. Bueno, para ser precisos, les riñe si lo hacen. La escena hubiera quedado en una simpática anécdota en el seno de una sociedad sana, pero como la clase política y sus subvencionados insisten en dividirnos y enfrentarnos, se hace una montaña de un grano de arena. Desconfianza mutua. Todos de uñas y a la que salta.

Solo hay que ver el revuelo que se ha generado por la escena en cuestión, en la que Llucià Ferrer se opone a que una niña dé una respuesta en español. Seguramente tiene todo el sentido que en un espacio de este tipo se priorice el catalán y, al parecer, las bases del concurso lo imponen. Nada extraordinario. Pero la manera de afrontar el asunto por parte del presentador es lo que debería preocupar, aunque el pícaro nacionalismo catalán se ha encargado de darle la vuelta a la tortilla para señalar a los fachorros que han denunciado la situación y se han hecho eco, entre ellos Ciudadanos y diversos medios de información.

Repito: en una situación normal, eso no habría pasado, pero como venimos del acoso indepe a la familia de Canet que pidió el bilingüismo en la escuela y estamos en un contexto judicializado para acabar con la imposición del monolingüismo en catalán cualquier chispa genera un incendio. Y lo que subyace de la reacción de Llucià Ferrer es que no solo te regañan si hablas en español, sino que te castigan (te dejan sin los puntos) y, además, te hacen burla –el presentador bromeó con que trigo, la respuesta que dio la concursante, es trig en catalán–. Ay, niña mala… Seguro que había una manera más pedagógica de corregirla, como dar por buena la respuesta y recordarle que lo correcto en la lengua de Pompeu Fabra es blat. Pero no, “aquí eso [de contestar en castellano] sí que no, porque es un concurso en TV3, en catalán, y debemos responder en catalán”. ¡Que son niños!

A partir de aquí se pueden comentar otras cuestiones. La madre de la niña lamenta lo mal que está llevando su hija esta exposición mediática sobrevenida, que la han reconocido por la calle y que no le apetece mucho ir al colegio. Lo que habría que preguntarle es para qué lleva a la menor a la tele líder si lo que quiere es que pase desapercibida. Tal vez es que solo esperaba recibir elogios y felicitaciones por su participación y la tostada ha caído por el lado de la mantequilla, aunque, en realidad, no hay ataques a la muchacha por su lapsus lingüístico, sino críticas a TV3 por sus duras normas. A ella le ha salpicado el asunto porque pasaba por allí, como le podía haber pasado a cualquier otro. En paralelo, estaría bien abrir el debate sobre la presencia de niños en televisión. Se mercantiliza con su imagen. Igual va siendo hora de planteárselo. En cualquier caso, entre todos la mataron y ella sola se murió.

Menos mal que el mundo no termina en el Ebro y hay un halo de esperanza. En la otra parte del globo han realizado el primer trasplante de corazón de un cerdo a un humano.