Se las prometían felices cuando las encuestas internas concedían 71 diputados para Junts pel Sí en las horas previas a las votaciones. Metieron presión con la primera encuesta de TV3 para aguantar el tirón de la parroquia y evitar una foto amarga que traicionara todo el marketing político desarrollado en campaña y precampaña. Con sus sonrisas impostadas de la noche electoral intentaron evitar la frustración de los catalanes bienintencionados que creyeron su discurso de que la independencia estaba hecha y había una gran mayoría social favorable.

Pues ni existe mayoría social favorable ni tampoco una fuerza parlamentaria capaz de investir en solitario presidente de la Generalitat al número cuatro de su candidatura, Artur Mas.

Los 10 diputados de Baños tienen la llave de la Cataluña de los próximos años

La CUP les ha pasado la mano por la cara. Con un discurso más fresco, menos muertos en el armario, sin pasados sospechosos ni líderes defraudadores, los 10 diputados de Antonio Baños tienen la llave de la Cataluña de los próximos años. Se han convertido en el fenómeno Podemos catalán.

Han sido muy claros, con su radicalidad habitual. No habrá declaración unilateral de independencia en la medida en que los votos obtenidos por las candidaturas que defendían la secesión no han logrado la mayoría en unas elecciones que el bloque independentista consideró y trató como plebiscitarias. Son coherentes, más que sus compañeros de viaje y no tienen complejos en decir lo que piensan. Esa claridad les hace más apetecibles a ojos de una parte de los independentistas. Fijémonos que tras su elevado resultado unas elecciones convocadas de forma rápida les darían posibilidad obtener aún mayor representación parlamentaria. Eso, no lo olviden, podría condicionar su actuación inmediata.

La intelectualidad orgánica presiona a la CUP para investir presidente a Mas, como si fuera una Agustina de Aragón del soberanismo

Alrededor de Mas y de Oriol Junqueras hay temor, nervios. Las circunstancias de lo que se vendió como una victoria (pírrica e insuficiente), pueden mutar a problemas inmediatos. CDC ya está amortizada, pero ERC podría sucumbir en el proceso político que se abre. La CUP es su primera oposición. ¿Qué harán gente como Francesc Homs o Germà Gordó ahora?, ¿Qué pasará con los supuestos moderados como Junqueras u Oriol Amorós que han tomado ERC?, ¿Y qué dicen todos los directores generales, secretarios de consejerías y otro tipo de estómagos dependientes y agradecidos a Mas?

Temblores sobrevuelan ese entorno. No se extrañen al ver como toda su intelectualidad orgánica se ha tirado a la calle a presionar a la CUP para investir a Mas, convertido en una especie de Agustina de Aragón del soberanismo. Esa clerecía de la que hablaba recientemente un autor como responsable del crecimiento en mancha de aceite del independentismo está ahora a punto de mancharse las manos. Podríamos hacer una relación de nombres propios que desde las redes sociales, las radios o las columnas de los periódicos intentan conducir el futuro político del país con Mas como estandarte.

Les traicionan, por eso, los nervios que les han aflorado. Se están haciendo radicales, pero sólo del mantenimiento del poder a cualquier costa, sin discurso de gestión ni programa de desarrollo del país. La CUP recibirá buenos golpes para intentar suavizarlos, pero me da la sensación de que han pinchado en hueso. Encima, ahora ya no tendrán una oposición contemplativa. ¡Tan apasionante como lo peligroso lo que nos viene!