Era cuestión de tiempo. El virus que China quiere cargar a España cruza de nuevo todo el territorio nacional sin tocar el suelo, como aquella ardilla que atraviesa el país saltando de árbol en árbol. Hay decenas de rebrotes por todos lados. ¿Qué está pasando? Pues que hay demasiado SARS-CoV-2 para tan poca cabeza.

La teoría sugería que, tras tres meses encerrados, el virus iba a morir por sí solo, porque la falta de contacto humano lo alejaba de cuerpos sanos que infectar. Sin embargo, en la práctica algo ha fallado, porque hay un rebrote en cada esquina. Es decir, el coronavirus se siguió transmitiendo durante el estado de alarma (y no ha parado), y los casos afloran ahora por el aumento de test. Para llegar a este punto, cierto es que pudo haber algún descuido, pero también hubo irresponsabilidad en varios casos; se produjeron más reuniones prohibidas de las que aparecieron en los medios de comunicación. Por no hablar de la más que cuestionable gestión de las autoridades. Y así estamos otra vez.

En este punto, algunas comunidades, con Cataluña a la cabeza, han impuesto el uso obligatorio de mascarillas en cualquier situación bajo amenaza de multa. Pero ni por esas. No son pocos los ciudadanos que, ya sea en el campo o en la ciudad, salen a pasear sin la protección, o la llevan mal puesta. Solo en Barcelona, la policía realiza 1.700 avisos diarios por incumplimiento de la norma. ¡Y los que no verán!

Qué rápido olvida la gente. Más grave aún es que, en algunos bares, los cocineros y los camareros se tocan la cara, o llevan la mascarilla en la barbilla. ¿Y qué hacemos con los fumadores? Está muy bien eso de que nos obliguen a taparnos boca y nariz, pero hay personas que se quitan la máscara para consumir un cigarrillo. ¿Y las que lo hacen en las terrazas de los bares? Qué poco sentido común. Qué falta de respeto.

Así que no es de extrañar que el virus se esté propagando. Sobre todo entre los jóvenes. Siempre hay un listo que enreda a los demás. Qué poca cabeza. Y las reuniones familiares y de amigos son un foco de contagio. ¿Por qué? Primero, porque es imposible mantener la distancia de seguridad y, segundo, porque el ser humano tiene el defecto o la virtud de creer que a él nunca le pasará nada, por lo que se suceden los abrazos y los besos sin temor, pero con mucho peligro. Por ello, está muy bien que la Generalitat trate de limitar los asistentes a un encuentro en L’Hospitalet (el juez ha tumbado la propuesta), pero es algo que debería salir de cada uno…

Dicho esto, no todo es pesimismo. La buena noticia es que la mayoría de los casos son leves o asintomáticos, que están apareciendo por el aumento de test. Ya hemos avanzado algo con respecto a marzo. Pero no se sabe qué ocurrirá cuando vuelva el frío. Las previsiones no son nada halagüeñas, y eso que no se sabe nada todavía del virus.

A pesar de ello, ni siquiera los datos oficiales tapan el aumento de casos, que es lo que nos pone en el mapa. En clave económica, España será uno de los países más afectados por esta crisis. Da lo mismo que los contagios sean suaves; si desde Europa observan el incremento constante, pensarán que nos tomamos el asunto a risa, y pondrán más peros a las ayudas. Lo mismo ocurre con el turismo. Si se han abierto las fronteras es, en parte, para salvar como sea la temporada de verano, pero las cifras también sirven para ahuyentar a los potenciales clientes.

Era cuestión de tiempo.