El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, se ha emperrado en darle un susto a quienes intentan torear al fisco español. Ahora es a través de la hacienda suiza, a quien la española le ha pedido que identifique a los aproximadamente 8.000 españoles que, después de la polémica amnistía fiscal del PP, decidieron que no movían su dinero del país helvético y que de regularizar sus haberes con Hacienda ni hablar.

Montoro se cargó de razones ante todos ellos cuando les ofreció la oportunidad de ponerse al día tributariamente. Algo similar sucede en Andorra, donde sorprendentemente todavía perviven cuentas propiedad de españoles que se hicieron los sordos o temían que si ponían sus datos en poder de la Agencia Tributaria hubiera un día después (o un gobierno después) que aún quisiera apretar más las clavijas a los defraudadores adinerados.

El defraudador tranquilo no se altera cuando el gobierno de su país le llama la atención. Son una especie de resistentes en el fraude

En 2012, los bancos suizos avisaron a sus clientes de que la opacidad fiscal con respecto a sus haciendas nacionales pasaba a la historia. Los bancos de Ginebra o Zúrich ya no eran aquel remanso de tranquilidad tributaria que fueron antaño. Una buena parte de los que habían amasado sus ahorros en el país de las montañas alpinas, que iban una vez al año a actualizar la libreta, darse un fin de semana de esquí y comer chocolate y fondue debían cambiar sus tradicionales hábitos.

Lo curioso del caso es que los fiscalistas especializados en estos temas cuentan que existe una especie de defraudador tranquilo que no se altera cuando el gobierno de su país llama le la atención. Son una especie de resistentes en el fraude que debieran ser reconvenidos de manera clara y taxativa. Ahora, meses después de la amnistía fiscal de Montoro (una equivalencia a pasar por el confesionario para expurgar pecados), no queda ninguna razón para que estos sujetos insolidarios mantengan ningún tipo de bula. El peso de la lucha contra el fraude debe caer sobre ellos sin piedad. Montoro, ese ministro de derechas tan odiado, ha decidido ser el azote que ningún gobierno progresista anterior tuvo arrestos de practicar.