Pasa con menor frecuencia, pero el que la hace la paga también en el mundo de la empresa. Es el caso de Gerardo Díaz Ferrán, el que fuera todopoderoso presidente de la CEOE. En virtud de cómo administró su empresa, Viajes Marsans, la justicia le envía cinco años de prisión después de haber acreditado (y reconocido por el condenado) varios delitos como alzamiento de bienes, concurso fraudulento, integración en grupo criminal y blanqueo de capitales.

Casi siempre dudamos de la justicia, pero la sentencia de la Audiencia Nacional sobre Díaz Ferrán y Ángel Cabo es para enorgullecerse de su efectividad. Pillado con las manos en la masa, el antiguo patrón pasará un tiempo a la sombra. Ninguna de sus múltiples relaciones servirán para evitar la condena judicial y el menosprecio público de quien no robó por necesidad, sino por deporte. 

El mismo día que nos dejaba José María Ruiz-Mateos se conoció la sentencia de Díaz Ferrán. Han sido, son y representan un empresariado de otra época. Ojalá el nefasto ejemplo que han legado sirva para convencer a próximas generaciones de emprendedores de que el dinero no sustituye ni a la ética ni a los principios. Lástima que todavía hay por ahí algún Rato y algún Sumarroca que no parecen haber entendido el mensaje.