En una reunión del patronato de la Fundación Bancaria La Caixa se trató el tema. Como siempre, con la pulcritud distante de estos organismos. Pero, luego, concluido el encuentro, uno de los patronos abordó en privado al presidente y le dijo: “Isidro, esta vez no nos puede pasar lo mismo que con Abertis; no podemos perder Naturgy, sería un desastre”. El dirigente que mantuvo la charla no recuerda cuál fue la respuesta de Fainé, pero le quedó claro que había recibido el mensaje un poco en nombre de la mayoría discreta de los asistentes.

A partir de ahí se incubó la respuesta de Criteria a una opa hostil de un fondo australiano que intentó tomar el control de la energética española Naturgy. En el capital de la compañía ya coexisten dos fondos de inversión, pero en una posición accionarial más o menos tranquila, más o menos centrada en la búsqueda de la plusvalía cuando sea posible.

Sacar a Naturgy del control español de su propiedad hubiera sido una mala segunda parte del paso de Endesa a manos italianas. Cuando eso sucede, las empresas siguen haciendo negocio en el territorio, pero sus centros de decisión se desplazan fuera del país y el beneficio asociado a la proximidad también se evade. Por si todo ello fuera insuficiente, la operación llegaba en un momento en el que la cuestión energética está en el debate público y en la agenda del Gobierno español.

Los australianos de IFM contaban con una carta marcada. Su presidente, Greg Combet, es un antiguo sindicalista que acabó de la mano del partido laborista en el ejecutivo de su país como ministro de Industria y Energía. Esa afiliación le permitió acercarse al Gobierno español y ser escuchado por al menos dos ministras del Ejecutivo de Pedro Sánchez. Las condiciones que España puso al fondo que intentaba la opa eran menores, e incluso alguna ministra relevante en el área económica sostenía que poner más trabas a IFM era un mal mensaje del país hacía la inversión internacional. Como si no fuera igual de malo dejar flotar la idea de que España es un territorio que no se preocupa por sus industrias estratégicas. Seguro que alemanes y franceses podrían enseñarnos cómo hacerlo.

Al final los compradores hostiles no han alcanzado sus objetivos. Fainé puso toda la sabiduría de financiero experto y los fondos amplísimos de Criteria a evitar la entrada de IFM en el gobierno real de la empresa energética. Ahora, los perdedores están rabiosos, blasonan sobre sus intenciones de pedir un consejero y solicitar que el primer ejecutivo del grupo, Francisco Reynés, abandone su puesto.

El fiasco lleva a que el ingeniero canario al que IFM le encomendó preparar la opa vaya dando palos de ciego informativos muy mal asesorado por un decadente Estudio de Comunicación, la empresa de relaciones públicas que en su día fundó Lalo Azcona y por la que pasaban todas las multinacionales que deseaban aterrizar en España. Sin embargo, la prensa hemos aprendido el nombre de un jovencísimo Jaime Siles al que se le ha chamuscado la soberbia con la que inició la operación.

No todo está resuelto: Fainé ha vencido, Siles y sus jefes de IFM han perdido y todo el mundo está pendiente de qué hará Javier de Jaime, el representante de CVC, otro de los fondos propietarios de un 20% de Naturgy junto a la familia March. Si el financiero no comete errores, como le sucedió en otras inversiones en España, acabará rentabilizando su participación en la energética. Si llegara a la conclusión de que Fainé no es su mejor aliado, vería como las gasta el veterano y todopoderoso factótum de La Caixa. Sería un auténtico disparate que casaría fatal con otras inversiones tan recientes como los 2.000 millones que Javier de Jaime acaba de sumar al proyecto de LaLiga de fútbol.

Esta semana, los australianos perdedores harán recuento de costes y deberán decidir cómo comportarse a partir de ahora en Naturgy, en España. Verán si despiden a algún ejecutivo ambicioso y fracasado o algún proveedor conspirador en exceso. La lección deberían haberla aprendido: la hostilidad empresarial no puede prevalecer sobre el esfuerzo, la diplomacia y la buena gestión.