Que a uno le hagan consejero del Govern de la Generalitat, se vaya al Parlament y diga cualquier cosa, por increíble y kafkiana que resulte, es posible en Cataluña.

Dice Antoni Comín, el nuevo responsable de Salud catalán, que sólo con la independencia se acabarían las listas de espera. Claro, y resucitaríamos a Manolete. 

Que el responsable político de un área tan sensible y nuclear del Estado del bienestar como la sanidad pública sea incapaz de hallar otras fórmulas políticas de mejora en su ámbito político es suficiente para ver su desconocimiento absoluto de lo que acontece. Habrá hecho muchos méritos políticos cambiando su chaqueta (del PSC a Junts pel Sí), acumulará grandes relaciones procedentes de las múltiples tertulias a las que ha asistido, pero es muy pobre que le diga a la ciudadanía, en sede parlamentaria para más inri, que los 1.000 millones que obstaculizan eliminar las listas de espera sólo serán posibles si Cataluña es independiente.

Hemos pasado de un consejero de Salud entregado a la patronal privada a otro que quiere presentarse como el paradigma de la izquierda caviar y súbitamente soberanista en materia sanitaria. Qué mala suerte tenemos los catalanes de no encontrar a nadie con suficiente firmeza y capacidad intelectual para poner orden en la compra de fármacos hospitalarios; de materiales médico-quirúrgicos; de realizar convenios con la industria sanitaria para mejorar los costes sin sacrificar la calidad del servicio público; de combinar de forma adecuada las instalaciones hospitalarias privadas con las necesidades públicas.

A veces uno llega a sospechar que muchos de los recortes en este ámbito sólo tenían como finalidad sensibilizar y preparar a la población para el espiral independentista posterior. Se puede estar de acuerdo en obtener más recursos, pero aún somos todos más partidarios de que los existentes se empleen mejor y de manera más eficiente preservando el espíritu asistencial del sistema que pagamos entre todos.

El nuevo consejero debería honrar a su padre (Alfons Carles Comín) quien desde la izquierda defendió un compromiso social que ponía a los ciudadanos por encima de cualquier otro valor político. Lo de la independencia no sirve de nada si un gobernante sólo se preocupa de ingresar sin prestar atención a cómo administrar los recursos disponibles. Vamos, hablando en plata, hasta que la sanidad catalana no recupere a ojos de los usuarios y pacientes su nivel de excelencia y calidad asistencial hurtado al comienzo de la crisis, lo de la soberanía importará un Comin-o. La ciudadanía está en otras guerras, consejero.