El debate está abierto entre la sociedad catalana. Oriol Junqueras, líder de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), tiene números para avanzar en la política catalana, según qué suceda en los próximos meses. Dice que no, pero hace ya unos años que se subió al cargo público municipal y le cogió el gusto. Para un patriota como él, ¡qué mejor regalo vital que la presidencia de su nación!

En esas estábamos, discutiendo entre unos y otros si Junqueras es un lobo radical, despiadado nacionalista o un corderito cristiano y de pesebre navideño, que el vicepresidente económico de la Generalitat se va ayer a uno de esos almuerzos que realiza la Cámara de Comercio de Barcelona y se sobra. Respuesta, por tanto, clara.

Junqueras chuleó a la concurrencia. Los empresarios le pedían cuentas de cuáles son las razones por las que los vascos obtienen mayor rédito económico del Gobierno central que los catalanes, en especial desde que gobierna el soberanismo de Junts pel Sí o antes de CDC. Esa fue toda la provocación que le hicieron.

Junqueras se juega su futuro, y su astucia monacal le lleva a cometer algunos errores. El de perder peso ante el empresariado es uno de ellos

En vez de responder --y fíjense que es una técnica que siempre utiliza--, empieza una ascensión a los cerros de Úbeda y, una vez en la cima, suelta un rollo sobre la física cuántica o el misterio de la Inmaculada Concepción, cualesquiera de ellos forman parte de su especialidad predicadora. Mientras nos preguntamos si es lobo o cordero, él, como número dos del Ejecutivo catalán, se responde que la verdad está entre las palomas y los halcones, entre la densidad de los líquidos o entre las dudas de Santo Tomás de Aquino. Vamos, que no sube, no baja, ni todo lo contrario.

Junqueras se juega su futuro, y su astucia monacal le lleva a cometer algunos errores. El de perder peso ante el empresariado es uno de ellos. Que le vean como a un peligroso político radical o que desprecie esa función social creadora de riqueza va en contra de sus aspiraciones. A quien en política el mundo empresarial lo señala seguro que tendrá más dificultades para progresar que lo contrario. Ni se trata de entregarse a una causa ni de despreciarla, sino de convivir civilizadamente con ella. Al país le haría falta, pero nuestra clase política hace años que puso por delante cualquier sentimiento que la propia razón. Junqueras, no se engañen, no es diferente, por más católico que sea.