Oriol Junqueras y Ada Colau son dos políticos de reciente aparición que llevan camino de consolidar sus carreras muy próximos al poder. Si el líder de ERC demostró este sábado lo que hace días que se podía intuir respecto a su predisposición a ser el nuevo líder del nacionalismo catalán, la representante de los comunes empieza a acomodar su perfil al espacio menos radical de la formación con la que obtuvo la alcaldía.

En ambos dirigentes coincide un elemento poco frecuente en la vida política catalana desde que cesó Jordi Pujol: un enorme control de la escena y de la imagen que proyectan con sus actos y palabras. Junqueras parece haber estudiado oratoria y gestualidad en un seminario; Colau interpretó en sus mocedades, y de aquellos tiempos guarda una elevada capacidad para la actuación.

De Colau se explica en sus círculos más íntimos que su mayor aspiración pasa por dar el salto a la política española; Junqueras se centra en Cataluña. Será el nuevo Pujol y se prepara a conciencia para ello

Ambos son ambiciosos, pero saben administrar sus respectivos tiempos. De Colau, por ejemplo, se explica en sus círculos más íntimos que su mayor aspiración pasa por dar el salto a la política española. No optará a la presidencia de la Generalitat, aunque sí que hará de satélite para apoyar a su formación política y, llegado el momento, usará la Alcaldía de Barcelona como palanca que le lleve al liderazgo de Podemos en toda España.

Junqueras se centra en Cataluña. Será el nuevo Pujol y se prepara a conciencia para ello. Mensajes convenientemente templados; el imaginario colectivo de cualquier soberanista siempre en el frontispicio; un tono nunca agresivo y siempre conciliador, de sermón dominical, son suficientes para proyectar una aureola de estadista ponderado y responsable que puede hacer las delicias del votante catalanista educado en dar la espalda a España o a cualquier referencia hispánica.

Será determinante para Junqueras ver cuánto se complica su futuro cuando Carles Puigdemont deba dar cumplimiento a las promesas de referéndum. Si, como parece predecible, el líder republicano sigue de perfil para evitarse una inhabilitación judicial, el tiempo que viene en Cataluña será el de un pujolismo de nuevo cuño, con palabras más altisonantes, pero muy similar en la ejecutoria en las tareas administrativas y en las relaciones políticas con el Gobierno central. ¿Podemos ver algún día al dirigente de ERC escogido como Español del año? No lo descarten.

A la velocidad que circula la política durante esta etapa, quizá nos encontremos con el nuevo reparto decidido antes de lo esperado

Colau parece haberse sumergido en el reto de modular su imagen como la de una gestora eficaz. Lo tiene difícil porque, aunque no ha llegado tan lejos como los nacionalistas en su radicalidad y parece moderar sus primeras cacicadas como alcaldesa, todavía acumula mensajes propios de ideologías trasnochadas. Le acompaña un equipo de colaboradores, con Gerardo Pisarello al frente, que parecen dispuestos a trasladar reivindicaciones de otros tiempos con muchas palabras huecas mientras se les cuela un imputado entre los nombramientos que iban a realizar en una institución pública. Es su principal hándicap hoy para ser la estrella política que pretende ser mañana.

Mientras las dos estrellas de ERC y BComú emergen, Artur Mas sigue su campaña con los medios públicos y los regados con dinero de todos para no desaparecer del teatro político. Sus esfuerzos son encomiables, aunque todo apunta a que no serán tan fructíferos como los de los otros dos líderes. Mas, amortizado; Miquel Iceta, en busca de autor; Xavier García Albiol, cuestionado por los conservadores más moderados; e Inés Arrimadas, pendiente aún de explotar, dejan un camino sembrado a Junqueras y Colau. Es cuestión de tiempo pero, a la velocidad que circula la política durante esta etapa, quizá nos encontremos con el nuevo reparto decidido antes de lo esperado.