Se equivoca el fiscal del Tribunal Supremo al pedir para Francesc Homs una pena de nueve años de inhabilitación para el ejercicio de cargo público por su colaboración con la consulta del 9N. El Ministerio Público no tiene razón cuando solicita para el antiguo consejero catalán de Presidencia que se le condene por presuntos delitos de prevaricación y desobediencia. La Fiscalía se ha emperrado en que Homs actuó en el referéndum de cartón de manera arbitraria y haciendo caso omiso de la prohibición del Tribunal Constitucional.

Pues no. A Homs hay que imponerle una pena por pésimo político, por gallardo personaje y por engreído letrado. Eso se ajustaría más a lo que realmente pasó. El consejero de Taradell pensó que Cataluña es como Vic y su comarca y que todo vale cuando se va a favor del sentimiento de superioridad identitario que ha cultivado.

A Homs debiera sancionársele por llevar al ostracismo, a la nadería y a la marginalidad a Artur Mas, que era su jefe en aquel momento. Por haberle convencido de que hacer un butifarréndum podía resultar gratuito, aunque se usaran recursos y fondos públicos, se contravinieran las normas legales y se agitara a una parte determinada y no universal de la población catalana. Pensó que sería un paseo triunfal, victorioso y que siempre quedaría la apelación a las urnas y las ideas, esa cosa que la España casposa parece prohibir por deporte, mientras que la Cataluña nacionalista practica como ejercicio de libertad y cosmopolitismo...

El payés de Taradell, como le llamaban sus compañeros del pinyol de Convergència no puede irse de rositas después de las tropelías que cometió, pero la Fiscalía ha sido blanda y muy políticamente correcta

También le pide siete años y seis meses por presunto delito de prevaricación y una multa de cinco meses más de inhabilitación y 200 euros diarios por desobediencia. Son penas menores y que no ayudarán a su rehabilitación. Lo que se merece Homs es escuchar cada día durante una jornada laboral un discurso de Chávez o de Maduro, un soliloquio del fallecido Fidel Castro o, incluso, los emotivos discursos de la presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, hasta que los aprenda de memoria y pueda recitarlos en TV3 antes de los noticiarios.

El payés de Taradell, como le llamaban sus compañeros del pinyol de Convergència no puede irse de rositas después de las tropelías que cometió, pero la Fiscalía ha sido blanda y muy políticamente correcta. Mientras los catalanes le pagamos un curso de castellano en Madrid sería conveniente que se sometiera cada noche a un interrogatorio en uno de esos canales casposos y eclesiásticos de las televisiones madrileñas hasta que su fonética catalana desaparezca por completo al pronunciarse en la lengua de Cervantes y sepa repetir sin atropellarse lo de los tres tristes tigres del trigal.

Ya está bien de ponernos serios con tipos que nos toman el pelo. Señores fiscales, apliquen unas penas proporcionadas al cabello que nos hemos dejado los catalanes con el estrés provocado por personajes como el mártir Francesc Homs.