La oficina de la Generalitat encargada de explicar a los ciudadanos qué opinamos sobre los temas de actualidad –CEO--, nos dijo este jueves que nos enfrentamos a la realidad de forma contradictoria. Nos guiamos más por los eslóganes, las campañas de los partidos y lo que se considera políticamente correcto que por la realidad.

Casi el 40% de los catalanes (el 38,8%) quiere que el Estado obligue a los propietarios de viviendas de las zonas poco pobladas de Cataluña a alquilar pisos a precios asequibles a gentes que no pueden pagar un alquiler de mercado.

O sea, frente al problema del abandono de las zonas rurales, los ciudadanos pretendemos hacer más fácil el alquiler de viviendas, como si el problema de la despoblación tuviera que ver con la vivienda más que con el trabajo, más con la conciliación que con la ocupación.

Un 38,8% de los encuestados prefiere una casa barata cuando se les pregunta por los problemas de la Cataluña vaciada. Un 25,2% se decanta por ayudas directas al campo, como la puesta en marcha de terrenos agrícolas abandonados; el mismo porcentaje que aspira a exenciones fiscales para subvencionar actividades en esos territorios.

La cuestión de la España y Cataluña despobladas no es dónde vivir, sino de qué. Pero ese es un aspecto permanentemente orillado en el discurso oficial sobre la vivienda, un relato que ha penetrado hasta el punto de que una buena parte de los votantes identifican sus intereses con los eslóganes de partido, y no al revés.

Ocurre algo semejante con los peajes. Casi el 50% de los encuestados se inclina por mantener unas autopistas financiadas con los impuestos de todos los ciudadanos, en lugar de hacerlo por el sistema clásico de quien la usa, la paga. Desde septiembre pasado, en Cataluña solo se abonan peajes en las concesiones de la Generalitat.

El tráfico ha aumentado hasta un 80% en ciertos tramos de la AP-7 entre Girona y Barcelona, los accidentes con implicación de camiones se han quintuplicado y el deterioro del pavimento es denunciado diariamente por los conductores.

Pero, ¿qué hemos de hacer si la mayor parte de nuestros compatriotas se inclina por subvencionar a quienes deciden vivir en el campo y prefiere que paguemos las autopistas entre todos aunque el 75% de ellos reconoce que no ha vuelto a pisar una desde que son gratuitas? Deben estar satisfechos por la desaparición de las barreras, que era el objetivo de la campaña y de los eslóganes. Ahora, prefieren pagar por un mal servicio que ni siquiera utilizan. Son las contradicciones que esconde la demagogia.