Todos los gobiernos de la Generalitat han dispuesto de un sobrenombre en los últimos tiempos. El más sonado, por pomposo y arriesgado, fue el que le puso Artur Mas al suyo. Primero dijo que era una administración business friendly, después se aventuró a fichar a algunos independientes como consejeros y lo bautizó como El Govern dels millors (El Gobierno de los mejores)

Tras escuchar ayer a Jordi Turull, su nuevo portavoz, decidí cuál debe ser el apelativo periodístico con el que denominar a la recta final de este Ejecutivo que comanda Carles Puigdemont. Es, sin titubeos, El Govern dels covards (El Gobierno de los cobardes). Tras la reunión del Consell Executiu debían anunciar que Oriol Junqueras y Raül Romeva tomaban las riendas del proceso y de su culminación con el referéndum neonato del 1-O. En consecuencia, toda la prensa esperaba a conocer cuál sería el método empleado para adquirir las urnas electorales después de que el primer concurso quedara desierto y las instituciones del Estado pusieran el foco en la metodología usada.

El teatro puede durar lo que quieran, pero empiezan a ponerse un pelín pesados y otro poco en ridículo

Nada de nada, una vez más. Ahora, el término de moda entre los consejeros es conocer “los itinerarios” que seguirá el Gobierno de la Generalitat para ir al mercado y comprar los recipientes en los que deberían, siempre hipotéticamente, depositar los votos de su cacareado referéndum. En román paladino, un nuevo aplazamiento decisorio. La justificación siempre es la misma, que el Estado tiene muchas respuestas previstas por lo que deben estudiarse con detalle las fórmulas para ejercer el desafío. Gano tiempo cuando no tengo arrestos, en conclusión.

Visto todo en su conjunto, la sensación principal que invade a cualquier observador es que los dirigentes independentistas que nos deben llevar hasta su compromiso de votación están cagados de miedo. ¿No se ha remodelado el Gobierno hace unas horas para evitar la continuidad de dubitativos en su seno?, ¿alguno de ellos pensaba que esas actuaciones iban a salirles gratis?, ¿desconocían los riesgos que afrontaban si se saltaban la ley y ponían patas arriba el Estado de derecho?, ¿tan escasa es su confianza en las leyes que han elaborado para desconectar de España preparadas para contar con cobertura legal?, ¿Junqueras sigue riéndose con su sonrisa de predicador de los restos del PDeCAT?

Hombre, el teatro puede durar lo que quieran, pero empiezan a ponerse un pelín pesados y otro poco en ridículo. Sean ustedes valientes señores independentistas y dejen de marear la perdiz. Si de verdad están convencidos de la bondad de su actuación, si no tienen dudas sobre su legitimidad y legalidad, ¿a qué narices esperan para actuar? O les gusta perder el tiempo con el dinero y los recursos públicos, o mienten a los ciudadanos, o son ustedes unos auténticos cobardes. No hay más explicaciones ante esa vacilante y pesadísima actuación.