¡Indignaos!, bramaba el escritor francés Stéphane Hessel en su celebérrimo libro, inspirador del 15M. Un movimiento con el que Dolors Sabater, la alcaldesa de Badalona que acaba de ser destituida vía moción de censura, tenía muchas complicidades prometedoras para una ciudad donde el popular Xavier García Albiol se había hecho fuerte mediante un programa radical en materia de inmigración. Lo hizo, como es sabido, gracias al asesoramiento de Iván Redondo, hoy director del gabinete del presidente Pedro Sánchez, aunque el polémico eslogan Limpiando Badalona, en contra de lo asegurado, no es obra de Redondo.

¡Indignaos!, exclamó la oposición de Sabater, al recordar la traición de la cabeza de lista de Guanyem Badalona en Comú, quien en lugar de mantenerse fiel al prometido ideario social, transversal y alternativo, se decantó por un independentismo que a punto ha estado de convertir la cuarta ciudad en población de Cataluña en un parque temático del secesionismo, estilo Vic.

¡Indignaos!, es necesario insistir. Porque Sabater prefirió ir de farol, como confesó la exconsejera de Enseñanza, Clara Ponsatí, en referencia al proceso rupturista. De ahí que la transversalidad prometida en Badalona haya mutado en una moción presentada por PSC, cuyo candidato Àlex Pastor ya tiene la vara de mando, con el apoyo de PP y Ciudadanos.

En estos años de gestión municipal, Sabater y Ada Colau, han jugado al póker secesionista arriesgando mucho con el “lo veo y subo” hasta perderlo todo, como le ha ocurrido a la primera, o casi todo, en el caso de la alcaldesa de Barcelona, que ayer se desplazó a Badalona a arropar a su compañera de filas. Colau, que perdió una moción de confianza pero se mantuvo en el cargo por la falta de acuerdo de la oposición, ha dilapidado sus enteros electorales a base de coquetear con el separatismo y divagar con la vivienda social, su seña de identidad.

¡Indignaos! de nuevo. Porque si ofensivo resulta engañar a propios y extraños con un proyecto independentista, del que solo queda postureo y escenificación --que Ciudadanos entre en el juego enseñando ejemplares de El Quijote en el Parlament o plantando al presidente Quim Torra tampoco ayuda--, jugar al póker con las políticas sociales es obsceno. Dicen los astutos procesistas que bienvenido el farol porque gracias a poner al Estado en jaque, se le ha visto el “plumero antidemocrático”.

El problema es que con esas artimañas, también se ha puesto en jaque a muchos colectivos abandonados o en situación de riesgo que no están para jueguecitos. Y si algo se ha avanzado en esa materia en los últimos seis años no es gracias a esas zorrerías independentistas, sino a la presión de la oposición en temas como la Renta Garantizada de Ciudadanía, la protección de menores o la violencia de género. Ayer mismo, el consejero de Enseñanza, Josep Bargalló (ERC), se comprometía en sede parlamentaria a enmendar las políticas de sus precedesoras convergentes, Irene Rigau, Meritxell Ruiz y Clara Ponsatí --sí, la del póker-- y recuperar las partidas del Govern destinadas a las guarderías que un día Artur Mas eliminó.

Y no solo eso: Bargalló ha asegurado que analizará cómo compensar a los ayuntamientos, tal como ordenan varias sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que han tenido que pagar la educación de 0 a 3 años, a pesar de que la competencia la tiene la Generalitat. El conseller respondía así a las preguntas de la diputada del PSC Esther Niubó, azote de los secesionistas en materia de enseñanza.

Esperemos que Bargalló no vaya de farol y aplique las mismas políticas que en su día hizo el Gobierno tripartito, del que formó parte. Porque si el discurso imperante en este nuevo Govern es asegurar --¡Indignaos! por última vez-- que el objetivo de la reunión con Pedro Sánchez no es hablar de Cercanías, como dijo ayer la consejera de Presidencia, Elsa Artadi, volvemos a ir mal.