Las reacciones al último caso de acoso violento al constitucionalismo en Cataluña --el ataque registrado la semana pasada en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) contra el acto de S’ha acabat con la asistencia de Cayetana Álvarez de Toledo (PP) y Manuel Valls (Cs)-- son muy significativas de lo que ha sido y es el nacionalismo catalán. Destacan, especialmente, dos respuestas.

Por una parte, la pasividad de la rectora del centro universitario, Margarita Arboix, es inaudita. El comunicado del equipo de gobierno de la UAB no tiene desperdicio. En él se califica el acoso a los constitucionalistas de “situación de tensión” y se “lamenta la instrumentalización ideológica que se hace del campus universitario”, como si los convocantes fueran poco menos que unos provocadores.

Pero la actitud cómplice de Arboix con el independentismo radical no es nueva. Hace años que se producen amenazas y actos violentos contra las entidades constitucionalistas de estudiantes en esa universidad de forma impune. Además, la Junta Electoral Provincial de Barcelona acaba de ordenar a la UAB que retire la simbología independentista de las fachadas de sus edificios para mantener la neutralidad requerida a las instituciones públicas en los periodos electorales --aunque es también insólito que la justicia no exija con la misma contundencia neutralidad de forma permanente--. Así las cosas, lo extraño no es que proliferen en las redes peticiones de dimisión para la rectora, lo raro es que todavía no lo haya hecho.

La otra reacción reveladora de cómo están las cosas en Cataluña la ha perpetrado la número dos de la lista de JxCat por Barcelona para el 28A, Laura Borràs. “Hay gente que busca problemas y diríamos que, cuando se buscan los problemas, se encuentran”, ha señalado la inefable exconsejera de Cultura para justificar el acoso violento indepe a los constitucionalistas en la UAB. Poco se puede decir de la catadura moral que esconden estas palabras, con el agravante de salir de la boca de una de las dirigentes independentistas más relevantes del mapa político actual.

Decía John Carlin hace unos días en La Vanguardia que “Cataluña es la principal herramienta que tienen” el PP y Cs (a los que equiparaba con Vox) “para calentar corazones y ganar votos en la campaña electoral”. Que “sin el lío catalán tendrían que lanzarse a territorio desconocido: hacer política de verdad. Dialogar, negociar, persuadir. Pero para hacer esto hay que ser gente adulta. No son gente adulta”.

El guionista de La jungla de cristal 4.0 consideraba que “la batalla electoral enfrentará a la vieja y a la nueva España, la de los antiguos hábitos absolutistas y la del pensamiento abierto”. Y presentaba las elecciones del 28A como “un referéndum nacional sobre cómo abordar la cuestión independentista", ante lo que se preguntaba si esto debía hacerse "¿por las buenas o por las malas? ¿hablando o peleando?”.

La respuesta, Mr. Carlin, la tiene en la actitud de la rectora Arboix y en las declaraciones de la exconsejera Borràs.