Hace exactamente un año coordiné y participé como autor en el libro coral Pujol KO ¿y después del ‘pujolismo’ qué? (ED, Barcelona, 2014). El capítulo que abría la obra lo titulé “Un clan que hizo país: los Pujol”. En él se narraba cómo el ex presidente y su familia habían avanzado durante años por aguas políticas que les habían llevado, al final de su navegación, a una especie de ciénaga.

Uno de los apartados relataba cómo Pujol padre se encargó de sustituir a Miquel Roca al frente del aparato del partido y, en consecuencia, de su financiación. Tras una dura batalla política, el entonces presidente logró tomar el mando de la organización por diferentes vías y encargar a su hijo mayor, Júnior entre los iniciados, que organizara la trastienda del partido.

Durante tiempo, Jordi Pujol Ferrusola se movió a sus anchas. Fue amo y señor de las catacumbas de CDC. Se invistió de un protagonismo que ya jamás abandonaría ante un determinado sector del ámbito catalán de los negocios. Iba, a menudo, de la mano de un omnipresente Lluís Prenafeta. Se hizo, como proclamó ante el Parlament, “dinamizador económico”, un concepto desconocido hasta la fecha en tanto que profesión o cargo político, pero que le dio algún redito personal.

A un grupo de políticos jóvenes de aquel partido, entre los que se encontraban Artur Mas, Germà Gordó, David Madí, Francesc Homs e, incluso, Oriol Pujol les parecía que el estilo de Júnior era chusquero. Propio de la caspa española, decían.

Le echaron un pulso y obligaron a su padre a sacarlo de la cocina. Les repugnaba la política del maletín, pensaban que aquello de la financiación, que era necesario, podía hacerse de manera más inteligente y efectiva. Hubieron cambios en la gerencia del partido, Gordó tomó más relevancia y fue encargado de suplir el papel que Roca primero y Pujol Jr. después habían realizado. Los tesoreros fueron sucediéndose.

El 3%, las fundaciones, la valija diplomática o el Palau de la Música y sus interrogantes son hijos de aquella época de renovadores y gente que decían poner la política por delante del dinero. Pero han fallado; su pifia es monumental. La diferencia es que cuando los Pujol gobernaban el partido la podredumbre afectaba básicamente a una o varias familias vinculadas. Luego, con sus métodos, el olor a podrido se institucionalizó y extendió entre múltiples ramificaciones.

Algún empresario detenido por la trama del 3% ya ha mencionado a Gordó como uno de los hombres que sabía, que sabe, de todo aquello. Pese a su perfil bajo en política, incluso aunque ha sido visto por una parte de los poderes españoles como una alternativa a Mas, Gordó tiene el techo de vidrio. El tránsito generacional, el resultado de su gestión en esos menesteres no ha sido, en términos efectivos, mejor que la del criticado Pujol Ferrusola.