Que dice Elisenda Alamany que no deja el escaño. Bueno, de “algo tiene que vivir hasta abril”, que diría Pablo Echenique, pues esa es la reflexión que hizo el secretario de Organización de Podemos cuando Íñigo Errejón también se resistía a devolver su acta de diputado tras anunciar que se iba con Manuela Carmena.

Alamany no se va a ningún lado. Al menos de momento. Lo del coqueteo con ERC, más allá de ser la comidilla de los mentideros parlamentarios, puede dar sus frutos en las próximas semanas, pues parece que la exdiputada de Catalunya en Comú Podem negocia incorporarse a las listas de los republicanos. Si lo hace con Sobiranistes, la plataforma creada por la propia Alamany tras su enésima pelea con Ada Colau, es algo que, de momento se desconoce.

Lo cierto es que ese movimiento es bastante minoritario y a diferencia de otros surgidos también de escisiones que se incorporaron a ERC --como Demòcrates (UDC) y MES (PSC)--, Sobiranistes es una asociación ignota liderada por dos outsiders, Alamany y Joan Josep Nuet, un superviviente de EUiA que, de momento, no renuncia a seguir en el grupo parlamentario de los comunes. Nuet es el diputado “corcho” de la política catalana. El apelativo también se aplica al socialista Pedro Sánchez, pero es el comunista quien eleva esa condición a la categoría de arte. Lo hace a fuerza de estar en todos los saraos procesistas sin haber sido nunca una fuerza determinante.

Así, mientras ICV se ve cada vez más diluida en la confluencia de las izquierdas liderada por Colau, Nuet siempre flota. Que Alamany culpe a los ecosocialistas del poco procesisme de Catalunya en Comú roza el absurdo. Solo hay que mirar las listas de la alcaldesa por Barcelona para las próximas elecciones para comprobar el escaso peso que tiene Iniciativa. Tampoco resulta muy lógico que Elisenda Alamany acuse a Colau de poca sensibilidad con los presos independentistas cuando la líder de los comunes les ha visitado en las cárceles, ha participado en manifestaciones en contra del juicio y ha organizado homenajes a los secesionistas en el Ayuntamiento de Barcelona.

Alamany sangra por la herida. Quiso formar tándem con Xavier Domènech y no pudo. Plantó cara a Ada Colau y perdió. Amenazó con un cisma en el grupo parlamentario y nadie le hizo caso. Ahora parece que quiere trasladar la transversalidad progresista a ERC, un partido con buenas perspectivas en las encuestas de intención de voto y que quiere ampliar su base electoral. Pero la marcha de Alamany carece del efectismo que en su día tuvo la espantá de Ernest Maragall, Marina Geli o Toni Comín.

No es una política de relumbrón, de ahí que se lance con red a nuevos proyectos políticos donde no existe el cesarismo que practica la nueva política. Puede que determinadas transversalidades solo puedan ser gobernadas con mano de hierro. Colau ha demostrado tenerla desde que es alcaldesa, dejando en el camino a grandes promesas de la izquierda como Albano Dante Fachín, que dimitió como secretario general de Podem --prometió crear un nuevo partido y se quedó en miembro de ese chiringuito procesista llamado Foro Cívico y Social para el Debate Constituyente-- como antes abandonó Gemma Ubasart --contraria a los postulados poco soberanistas de Pablo Iglesias y hoy reconvertida en tertuliana--.

Podem no es Catalunya en Comú, pero forma parte de esa amalgama de siglas que gobierna la alcaldesa de Barcelona. Mucho tendrá que aguantar la marca Colau para que la nueva izquierda despegue en el próximo ciclo electoral. De momento, los augurios no son buenos. Y las decisiones tomadas hasta ahora --Gerardo Pisarello iba a ser cabeza de lista en las europeas, y finalmente lo será en las generales-- bastante erráticas.

Las fugas de Domènech, Alamany, Fachín y Ubasart pueden resultar anecdóticas, pero demuestran que los comunes se lo vuelven a jugar todo a la carta de su lideresa. Arriesgado.