George S. Patton fue un ilustre general de Estados Unidos que participó en la Segunda Guerra Mundial. Fue uno de los militares más ricos del país gracias a la enorme fortuna acumulada por su familia. Además de pintorescas hazañas en sus actuaciones bélicas, entre otras la disputada invasión de Sicilia en 1943 en competencia con el británico Montgomery, lo que trascendió de su historial como soldado fueron las arengas con las que obsequiaba a sus tropas en los campos de batalla. Eso y un sonado episodio de bofetadas a unos soldados fatigados por el combate, que incluso llevaron a que se pidiera, infructuosamente, su expulsión del ejército americano.
Pocos recuerdan que David Madí Cendrós (Barcelona, 1971) publicó a finales de 2007 el libro Democràcia a sang freda (Democracia a sangre fría), una especie de dietario fabulado cuya portada aparecía ilustrada por una caricatura del autor ataviado cual general Patton sobre una bandera catalana. Madí tenía apenas 36 años y ya había desempeñado funciones en un sinfín de cargos públicos de relevancia en la Generalitat. Gobernaba Jordi Pujol en sus últimos compases políticos y renacía Artur Mas, a quien acompañó en su crecimiento como líder al conformar su imagen, estrategia y posición política.
Madí, como Patton, es un rico estructural, un hombre nacido en una acaudalada familia descendiente del inventor del after shave Floïd y fundador de Òmnium Cultural. Su abuelo Joan Baptista Cendrós creador del cosmético lo expandió por la España franquista de la que abominaba. Su tío político, Carles Colomer Casellas, reunió su propio negocio familiar (Colomer) con el de la familia de su esposa (Cendrós) e izó un grupo empresarial de dimensiones multinacionales. También atesora una enorme fortuna. Incluso acumuló algunos cargos relevantes como consejero de Telefónica en la etapa de César Alierta, en tanto que cuota convergente, o pasó por los consejos de Abertis, Vueling…
Con esos mimbres contextuales iba a resultar difícil que Madí se distanciara de la política cuando en 2011 dejó la administración acusado de manipular encuestas políticas y creó su propia consultora empresarial. Poco después, el joven soldado de los negocios fue designado hombre de Endesa en Cataluña por Borja Prado. Eran tiempos en los que el ínclito aprendiz de Patton ya había comenzado a madí-tar. Ni escuchó los consejos de Mas, que le pidió que no aceptara la oferta de Endesa (había una lucha entre la eléctrica y la Generalitat por la calidad del servicio), ni de ninguno de sus antiguos compañeros de viaje. El negocio de la madí-tación había echado a andar. Y tuvo unos primeros años prósperos.
En 2018, entretenido por la conspiración del puente de mando del procés, el fracaso de los independentistas en 2017 y la cancelación de sus contratos madrileños, en vez de la virgen vino a verle el empresario valenciano Eugenio Calabuig. Le prometió que si le ampliaba el negocio de suministro y tratamiento de agua potable en la comunidad le daría hasta el 25% de Aguas de Cataluña, una microscópica filial catalana de Aguas de Valencia que no despegaba y de la que acababa de huir el hasta entonces socio local (Comsa). La madí-tación iba tomando cuerpo y, más allá de la asesoría política a empresas españolas despistadas sobre el mercado y la administración pública catalana, el nieto de Cendrós desplegó todos sus contactos políticos para hacer lo que mejor se le da: predicar, aunar voluntades y mover ejércitos desde la retaguardia. Una reducción a la catalana del insigne Patton, vamos. La prudencia que presidió su actuación en los primeros años fuera de la política se evanesció. Se había venido arriba, que se dice ahora.
Pronto las escuelas de negocios acuñarán el concepto madí-tar como un nuevo case study de la simbiosis entre política y economía. Un pie en cada dimensión y una engrasada capacidad de interrelación entre ambos mundos generan un enorme poder de influencia sobre los acontecimientos. La madí-tación tanto sirve para lograr un contrato público para un cliente tecnológico; promover un medio de comunicación digital amamantado por la administración pública; ayudar al turbio grupo empresarial de Jaume Roures a vender un documental sobre lo acontecido; influir en los consejeros del gobierno autonómico; o lograr que la maruja del independentismo tenga más horas de pantalla en la televisión pública autonómica. Cataluña tiene poco más de siete millones de habitantes. Sus verdaderos decisores, las élites dominantes, quizá no lleguen al millar: es la expansión del histórico y barcelonés Consejo de Ciento con el alistamiento adicional de las zonas rurales y las periferias provinciales. Madí conoce a todos ellos.
La exquisita educación de millonario de cuna le ha permitido compatibilizar un ideario de extrema xenofobia identitaria con sus paseos y trasiegos por las plantas nobles del Madrid desinformado. Esa seductora propensión al pragmatismo del poder le ha facilitado tejer contactos con el facherío mesetario que tanto repudiaba en privado, los contrincantes independentistas de ERC (Sergi Sol, Xavier Vendrell, Oriol Soler…) o los propios socialistas, como los ministros José Luis Ábalos (conexión valenciana) o Salvador Illa (conexión barcelonesa). Y, si era necesario para sus intereses, los ponía en valor en un totum revolutum.
Las grabaciones telefónicas que hemos conocido en las últimas horas pueden llevar a la hilaridad, pero conviene no menospreciarlas. Sirven para acomodar con más detalle los movimientos de la clerecía nacionalista. El análisis flota más allá del debate deontológico sobre el uso de conversaciones privadas fuera de un contexto judicial, que por supuesto merece reflexión. Pero hasta tanto el Ministerio de la Verdad de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no nos amordace, los medios de comunicación estamos obligados a poner a disposición de la opinión pública elementos informativos que ayudan a sanear la democracia porque contribuyen a atajar prácticas corruptas, irregulares y hasta olorosas. Sobre todo, permiten combatir relatos que sí son verdaderos nidos de fake news interesadas. No nos confundamos, la madí-tación contenida en esos audios es mucho más que un juego de palabras. Nos equivocamos si insistimos en retratarlo como las añagazas de un laborioso conseguidor o de un conspirador ilustrado. Es el corolario a un impune modo de proceder del nacionalismo que confiere un omnímodo y sistémico poder sobre una ciudadanía indefensa a quienes no han pasado por las urnas ni están sometidos al escrutinio público.
Y eso, ciertamente, es una sofisticada evolución del pujolismo de décadas, pero que atenta de forma implícita contra las libertades democráticas y produce a una sociedad de natural sensata una combinación de alucinación y náuseas. Hecho diferencial catalán en estado puro, mal que nos pese.