Los debates entre los cuatro principales partidos que aspiran a conformar Gobierno en la próxima legislatura han conseguido mantener a más de siete millones de personas frente al televisor tanto el lunes como el martes. Había interés en saber qué dirían Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias. ¿Sus intervenciones han decantado votos?

No se puede decir que exista un vencedor claro de las dos jornadas consecutivas de prime time. Cada uno de ellos [ellas han estado representadas únicamente por Ana Pastor, algo que también debería propiciar una reflexión] ha aparecido ante las cámaras con una motivación muy distinta y, como mucho, se ha conseguido arañar apoyos de votantes que se encuentran en los límites de los respectivos espacios políticos de PSOE, PP, Cs y Podemos.

Ninguno de estos trasvases resultará transcendental para cambiar la tendencia que se apunta de forma sucesiva en las encuestas. Además, los discursos también han empujado a algunos votantes hacia la abstención sin que sea tampoco nada remarcable. Que los electores vayan este domingo masivamente a las urnas sería una buena noticia para las formaciones situadas más a la izquierda, ya que históricamente la mayor participación ha brindado a los socialistas sus noches electorales más dulces. Hoy, compartidas por necesidad, con Unidas Podemos.

Rivera ha sido el más contundente, en eso hay coincidencia. Era también el que más se jugaba en los debates, y fue a por todas. Incluso trajo al plató de TVE una fotografía enmarcada del encuentro de Sánchez con el presidente catalán, Quim Torra, y en Atresmedia una de Idoia Mendia cenando con varios líderes vascos, entre otros, Arnaldo Otegi, un recurso tan efectista como llevar una impresora al Congreso de los Diputados. Convence a sus fieles y frena la sangría de apoyos entre los que se encuentran más a la derecha de la formación. Pero, ¿recupera los votos que le permitirían superar a PP y los que se han ido hacia Vox? Los análisis iniciales no apuntan hacia este camino.

Cataluña ha estado en boca de todos los candidatos. Más concretamente, la crisis política que ha generado el independentismo con su ensayo de secesión unilateral. Pero las propuestas concretas de cómo abordar el gran reto en la agenda de los próximos años han brillado por su ausencia.

Sánchez ha sido quizá el más proclive a los catalanes que están en el espacio del no al referéndum y no al 155. Que se movilicen este domingo será clave para los intereses de los socialistas. El PSOE y el PSC tienen un reto mayúsculo: si vencen en Cataluña (y Barcelona), desmontarán por segunda ocasión el discurso de que el independentismo es hegemónico. Cabe tener en cuenta que las últimas elecciones generales las ganó de calle Podemos, pero en esta ocasión Xavier Domènech no es el cabeza de cartel y el partido morado tiene ante sí un escenario más complejo.

Además, si el aún presidente del Gobierno vence este domingo y puede quedase en Moncloa tendrá un poder inaudito en el PSOE. El control del partido y del Gobierno, ya que conseguiría superar a los barones territoriales. Por eso su gran objetivo ha sido el de resistir en los debates y ha salvado los muebles.

Casado intentará evitar que los socialistas se queden en el poder por todos los medios. Tras una campaña bronca ha tomado una actitud más presidencialista, con el ya famoso toque a Rivera de que él no era el enemigo al que batir en el primer debate y el ninguneo que le ha brindado a Iglesias, un líder cómodo en su papel de estadista y recordado por llamar al orden a Rivera en Atresmedia. El líder del PP ha fallado en los datos que ha aportado y tenía muchos ojos que le fiscalizaban en este capítulo, aunque tampoco parece que haya sido la principal preocupación de sus asesores.

Los debates han servido para que cada partido convenza a los suyos y se avance hacia un Congreso y un Senado con equilibrios y pactos postelectorales muy complejos. A cinco días de las elecciones, todo el pescado está vendido.