Lorena Roldán eligió un mal día para anunciar su salto al PP. El relevo de Miquel Iceta por Salvador Illa como candidato del PSC a la presidencia de la Generalitat eclipsó el golpe de efecto de la que estaba llamada a ser la noticia del día. Lo cual no significa que carezca de interés. Porque, primarias fallidas aparte --algún día se tendrá que analizar el hecho de que Iceta, Roldán, Laura Borràs (Junts per Catalunya) y Noelia Bail (Podem) fueran elegidos por las bases de sus partidos y relegados por otros candidatos--, lo cierto es que los movimientos en PP y PSC demuestran que algo se mueve en el constitucionalismo catalán.

¿Solo algo? En realidad mucho si tenemos en cuenta el tono bajo que han mantenido las fuerzas no independentistas durante el procés. Empezando por Ciudadanos, que dilapidó el enorme capital electoral logrado en 2017, pasando por los populares y sus frustrados intentos de un Catalunya Suma, y acabando con los socialistas catalanes, donde algunos sectores --lo explicamos en Crónica Global-- echaban en falta más nervio por parte de Miquel Iceta.

Sea por imposición de Pedro Sánchez, sea por unas encuestas internas más favorables a Illa que a Iceta, lo cierto es que el primer secretario del PSC ha demostrado generosidad. Deja de ser presidenciable cuando los sondeos oficiales colocaban a los socialistas catalanes como segunda fuerza, por detrás de ERC y haciendo el sorpasso a Junts per Catalunya, cada vez más cerca de su insignificancia pues está claro que la campaña del 14F va de ERC o de PSC. Sobre todo desde que la opción por Illa, arriesgada o no, ha supuesto un revulsivo para el partido, y también para el votante.

En lo que respecta al PP, el fichaje de Lorena Roldán apuntala el discurso desacomplejado de Alejandro Fernández. Guste o no su ideario de derechas, ese tándem puede servir de dique de contención de Vox, formación cuyas posibilidades de irrumpir en el Parlament se nutre del desencanto de un votante no independentista ante unas formaciones que, desde 2010, no acaban de despegar. La alianza, tan reclamada por Cs, de un bloque constitucionalista junto a PSC y PP no pudo ser. Entre otras cosas, porque las transversalidades las carga el diablo, igual que las primarias, por cierto. Y también porque, tras ocho años de procés y una pandemia en su recta final, se impone de nuevo el eje izquierda-derecha.

Esto es, dos modelos de gestión en política social o económica. Y una vez constatadas las dificultades o torpezas cometidas por Ciudadanos para escenificar un centro político --ayer era de izquierdas, hoy liberal--, bueno es que se clarifiquen las cosas. Roldán lo ha hecho al desmarcarse de la nueva estrategia pactista de Inés Arrimadas --enésimo giro argumental de la formación naranja--, mientras que la opción por Illa aleja al PSC de esa imagen de resignación y, para algunos, de “apaciguamiento”, al subir su apuesta y arriesgar por un candidato que apunta, no solo a repescar votos de Ciudadanos --con el fichaje de Rubén Viñuales como candidato por Tarragona--, sino a captar votantes catalanistas --acuerdo con Ramon Espadaler-- y de los comunes --incorporación de Gemma Lienas a la lista socialista--.