Poca gente sabe qué emoción atraviesa por la mente de Artur Mas en estos momentos. Para conocer la información que tiene que ver con su futuro y el de la gobernanza de Cataluña hay que dirigirse a otras fuentes. Nadie en su entorno es de fiar para el presidente en funciones, pues todos sus más estrechos colaboradores son ahora un obstáculo para perpetuarse al frente de la Generalitat.

Sabemos, y así lo ha indicado este medio en la últimas horas, que Mas será una especie de reina madre de la política catalana, un pseudo presidente, al que se vestirá con el cargo, pero sin las funciones. Un gobernante florero, que permitirá que su figura siga al frente de la política catalana, pero que sea ERC, los independientes y algún afortunado de su maltrecho partido quienes gobiernen, es un decir, el país.

La CUP ha metido un trágala a Junts pel Sí que pasará a los anales. Acabará votando a Mas en la segunda sesión de investidura, pero antes le dirá qué tiene que hacer, cómo lo debe decir y a quién quieren como acompañante. Claro, la exigencia ha dejado a los actuales colaboradores de Mas patidifusos. Sus consejeros, incluso aquellos que aspiraban a continuar en el gobierno de Cataluña, se frotan los ojos y no entienden que Mas se salve y ellos se queden fuera de la pomada. Nombres como Germà Gordó, Felip Puig, Boi Ruiz, Irene Rigau… no alcanzan a entender que su lealtad sea recompensada (o mejor dicho ignorada) de esta manera.

Que Convergència Democràtica de Catalunya no renacerá ya de sus actuales cenizas parece una evidencia. Que los resultados que coseche el 20 de diciembre pueden acabar de hundir a la formación nacionalista es una variable que ya se sopesa en el propio seno de la organización. Pero si todos esos males son pocos, al ponerse al descubierto su red irregular de financiación se cierran los canales de llegada de fondos que permitían mantener una generosa, capilar y territorial estructura de partido.

El ataque de nervios, al más puro estilo de Almodóvar, planea sobre Mas y su entorno. Mientras estuvieron sumidos en la espiral soberanista como salida hacia delante de su fracaso interno pensaron que podían solucionarlo. Hoy los consejeros de Mas se consideran traicionados y de ahí su mosqueo con la declaración independentista presentada en el Parlament. Mas gana el triunfo de consolación, los consejeros pierden y los de ERC y las CUP se frotan las manos.