En menos de 30 años, Amazon ha conseguido dar un enorme giro al comercio mundial a partir de una idea de servicio muy sencilla con el apoyo de las nuevas tecnologías. Su éxito y sus beneficios han sido tan importantes que convirtieron a su fundador, Jeff Bezos, en el hombre más rico de la historia y abrieron una nueva era en la actividad comercial y en la manufacturera.

El manejo de los datos de sus clientes ha permitido que el gigante logístico se convierta en el principal competidor de los fabricantes cuyos productos distribuye, incluso organiza su buscador de manera que los artículos en los que obtiene más beneficio desplacen a los que realmente podrían ser más interesantes para los usuarios.

De hecho, ha sido castigado reiteradamente por ese abuso de poder, por ejercer un monopolio tan real como tecnológico. Luxemburgo, el paraíso fiscal donde ha fijado su residencia europea, le castigó el año pasado con una multa de 746 millones por vulnerar la legislación europea de protección de datos, la normativa con la que la UE trata de velar por los intereses de los compradores.

En España ha sido sancionada por diversas razones, desde utilizar la figura del falso autónomo hasta exigir un certificado de antecedentes penales que la ley solo permite en casos muy excepcionales como la enseñanza o el cuidado de niños.

El jueves se difundió el resultado de una inspección laboral en Cataluña desarrollada durante seis meses por la que la Generalitat considera probado que Amazon ha estado utilizando a 559 personas para hacer las tareas propias de su plantilla, pero que en realidad trabajan para 17 empresas ajenas: unas de distribución y otras de trabajo temporal.

Son 3,2 millones de multa para la multinacional y 2,6 para los 17 cómplices. O sea, 10.400 euros de penalización por cada uno de los trabajadores contratados de matute siempre que la Generalitat desestime sus alegaciones e imponga definitivamente la sanción. Si Amazon ha estado subcontratando ilegalmente durante dos años a esos trabajadores (865€ de multa por persona), lo comido por lo servido.

Lo peor no es que salga de rositas. Lo peor es que, igual que en el caso de gigantes del estilo de Ikea o Leroy Merlin, la empresa de Bezos ha acabado con una parte de la logística y la distribución comercial allí donde ha llegado, obligando a los pocos supervivientes a ponerse las pilas.

Esas empresas afortunadas, como Correos, tienen que defenderse respetando la normativa local y comunitaria en diálogo permanente con los sindicatos. Amazon, no contenta con su posición de dominio, burla –presuntamente-- la legislación para bajar los costes salariales e ignorar el derecho constitucional de los trabajadores a la defensa de sus intereses. La calificación de competencia desleal se queda muy corta en casos como este.