Cooperar, aunar esfuerzos y crear sinergias son algunos de los mantras que se repiten en el panorama empresarial actual, cuando la incertidumbre respecto a la evolución de la pandemia arrastra a la economía al escenario menos propicio para su desarrollo. Aquel que no permite hacer previsiones ni siquiera a medio ni a largo plazo.
Está claro que tendremos una vacuna. Farmacéuticas e investigadores de todo el mundo trabajan contrarreloj con este fin y la euforia desatada en los mercados con los avances anunciados en las últimas semanas son la mejor prueba de que habrá buenas noticias en este sentido. Pero cuándo llegarán y cómo se podrá organizar la infraestructura necesaria para su distribución son dos cuestiones que quedan en el aire. Igual que otra de las grandes incógnitas: ¿se dará con el tratamiento?
No sabemos cuándo podremos dominar el coronavirus, aunque algunos expertos apuntan a un escenario de dos años. Este calendario es inasumible para los empresarios, que requieren más que nunca una coherencia mínima por parte de quienes dictan las reglas de juego. Alguna certeza a la que agarrarse para tomar decisiones sobre su futuro. Sea éste el de cerrar, reestructurar o incluso replantear el modelo de negocio para seguir adelante.
La imagen que ha dado la Generalitat a lo largo de la última semana descorazona. Desanima a cualquiera a poner esa dosis de valentía que se requiere en el contexto actual para sacar adelante una iniciativa, sea cual sea el sector en la que esté. Por no hablar de la espantada al capital inversor. Al final, Cataluña solo será capaz de atraer al dinero oportunista. Un desastre.
El bipartito en el Gobierno, mientras, sólo piensa en cómo retiene el poder y evita que su socio le adelante. Si miramos hacia otros estamentos de la Administración tampoco encontramos esa coherencia tan necesaria en un contexto volátil como el actual. El mayor ejemplo de ello lo ha dado la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, con su llamada al boicot de Amazon. Al menos, su socio en el gobierno de la capital, el PSC, también lo suscribió sin matices.
Ambos partidos olvidan no solo el empleo directo e indirecto que se genera en los centros logísticos en los que opera (una masa laboral que no puede ser asumida por parte de los pequeños comerciantes) y en sus oficinas de desarrollo de software, sino que su plataforma es usada por más de 2.000 pymes catalanas que comercializan sus productos a través de ella. De todo tipo, desde champú de pelo hasta juguetes o disfraces. Son el ejemplo de un corolario de portales con infinidad de perfiles --no duden en pasar por la plataforma Manzaning, la gran recomendación de la pandemia-- y en plena crisis epidemiológica su modelo de negocio se ha consolidado. Para algunos incluso se ha convertido en una herramienta indispensable para cubrir necesidades básicas cuando, por ejemplo, están confinados.
Obviar estas cuestiones es sinónimo de desidia. Que promuevas el boicot mientras tú misma usas Amazon para vender tus libros, como le ha pasado a la alcaldesa, convierte sus reclamaciones en puro populismo. En demandas para quedar bien delante de un sector --en este caso, el pequeño comercio de Barcelona que no está muy contento con el consistorio por polémicas como las del urbanismo táctico, las terrazas o el top manta-- y sin mayor recorrido. Lo más triste de este caso es que la líder de BComú solo buscaba emular las acciones de su homóloga en París, Anne Hidalgo. Le ha salido el tiro por la culata.
Siempre es más inteligente apostar por construir. Lanzar mensajes positivos, aunque sean discursos vacuos, que no alzar la bandera del boicot desde el sector público. Y si se tiene que hacer un posicionamiento de ciudad, mejor no copiar el de los vecinos y buscar una reivindicación propia antes que una mala copia. Si no, se cae en el peligro de que la marca internacional tanto de Barcelona como de Cataluña sea la peor posible: la del caos y el desconcierto. Mal presagio para construir.