El mayor riesgo que hoy afronta la mayoría social de Cataluña no es un segregación de España, como algunos pretenden y ansían. No, lo que parece más lesivo para los intereses de los ciudadanos catalanes es la sistemática construcción de dos países diferentes y diferenciados entre sí.

Me explico. El gobierno independentista de Carles Puigdemont olvidará su compromiso de los 18 meses, es obvio. Pero ese mismo Ejecutivo no cejará en su empeño de ir levantando estructuras (de Estado, les llaman) y muros entre catalanes.

Se trata de ir por la vía de los hechos a la consecución de sus objetivos en todos los ámbitos. Vean, por ejemplo, como en el ámbito económico, del trabajo, los nuevos miembros del Govern intentan hacer prevalecer en sus relaciones a pequeñas patronales afines como Cecot o Pimec con respecto a la mayor del territorio, Foment. Poco importa, llegados a este punto, cuál sea la representatividad o la historia del mapa patronal catalán. Lo que les mueve es cuál será el futuro del mismo y cómo deben tejer, por la vía del apoyo, relaciones principales con sus aliados políticos.

En materia fiscal trabajarán de una forma similar, edificando una hacienda a partir de ayuntamientos y diputaciones. Lo importante es crear un censo correcto que pueda sustituir en cualquier momento el de la Agencia Tributaria española. Según explica Lluís Salvadó, el secretario de Hacienda de la Generalitat, lo importante es estar preparados de manera rápida para recaudar todos los impuestos. El día que se apriete el botón o que se le diga a los bancos que transfieran los impuestos a la nueva estructura ya llegará.

Sucederá lo mismo en otros ámbitos de la gobernación, que los independentistas han identificado como críticos o de especial importancia para enfrentarse al Estado, como los medios públicos de comunicación y los privados a los que las subvenciones públicas embellecen la cuenta de resultados. Y si no llega la independencia pues habrán conseguido disponer de alianzas y estructuras administrativas que permitan, ante cualquier gobierno necesitado de apoyos parlamentarios en España, tener preparados los instrumentos para aplicar con rapidez eventuales mejoras en el autogobierno.

Por ahora, con lo único que no se atreven los gobernantes de Junts pel Sí y sus aliados de la CUP es con la justicia. Los riesgos, son obvios. El resto de materias, en cambio, sí que avanzan en esa línea de crear una Cataluña virtual frente a la real. Una Cataluña, incluso, de ciudadanos proclives a sus tesis frente a otra que congrega al resto; una Cataluña primada y otra olvidada. Que construyan o no una Cataluña independiente acabará siendo lo de menos, porque en el camino van a construir tantas Cataluñas que no es de extrañar que alguna de ellas acabe siendo lo que sus impulsores desean.