A estas alturas de duplicidades administrativas, cabe preguntarse de qué sirve tener un Institut d’Estadística de Catalunya (Idescat) y un Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) si el Govern pasa olímpicamente de sus conclusiones. Dicho de otra manera ¿qué parte del último sondeo del CEO no ha entendido la Generalitat? Porque quedaba claro que los catalanes exigen más gestión de la pandemia y menos procés.

Pere Aragonès tuvo ayer una oportunidad de oro para acatar el mandato de los ciudadanos, que no el del manido 1-O, en su primera sesión de control parlamentaria como principal representante de la Generalitat en funciones. Pero prefirió que ERC le hiciera la pregunta mamporrera relativa a la próxima visita del Rey a Barcelona. De esta forma, quien estaba llamado a ser la gran esperanza de muchos catalanes, independentistas o no, deseosos de dar carpetazo a una legislatura simbólica, tanto en la acción de gobierno como en el culto a lo épico, optó por una política procesista continuista. Esto es, en relegar los problemas reales --en este caso, la pandemia del Covid que daba nombre a la sesión plenaria-- y hablar de los irreales --los creados por el independentismo como estrategia partidista--.

Dijo Aragonès, en una intervención parlamentaria decepcionante, que Cataluña no tiene Rey. Y tampoco presidente, pues insiste en que no quiere ejercer ese papel en funciones, provisionalmente o de forma interina, como se le quiera llamar. Pero es que Cataluña tampoco tiene gobierno, por mucho que el dirigente republicano asegurara que el ejecutivo sigue trabajando a pleno rendimiento.

Lo que Cataluña tiene es un Govern que Junts per Catalunya (JxCat) y ERC utilizan para airear sus diferencias con fines preelectorales. La bronca entre Aragonès y Ramon Tremosa, quien le echó en cara que anunciara un fondo de inversión para empresas que ya existe, evidencia hasta qué punto el consejero de Empresa ha sido fichado para hacer un marcaje cuerpo a cuerpo al vicepresidente.

A su vez, el dirigente de Esquerra podría haberse preparado mejor la explicación de una iniciativa que es muy positiva, en lugar dedicar sus esfuerzos a un tema recurrente, el de la monarquía, cuyo debate es legítimo en incluso necesario, pero que ante una situación de crisis económica y social tan grave como la que nos ha dejado el Covid, solo puede entenderse como una gran cortina de humo. Una más de ese procesismo que nos ha tocado vivir y sufrir del que parecía abjurar ERC.

Así, mientras los trabajadores de Bosch salían a la calle para protestar por el cierre de la empresa y el riesgo de rebrote sigue al alza, Aragonès se sumaba a la estrategia de la confrontación de Carles Puigdemont, más por miedo a ser acusado de traidor que por convencimiento. Es sabido y resabido que ERC es republicana. Lo dicen sus siglas y, por tanto, no tiene necesidad de reivindicarse constantemente. No es la primera ni la última vez que este partido presenta iniciativas parlamentarias para abrir el melón del futuro de la monarquía, y es cierto que los problemas judiciales del rey emérito exigen muchas explicaciones. Pero hay otra saga, la de los Pujol, mucho más cercana, que ha robado dinero de las arcas catalanas, pero no hemos visto tanto aspavientos por parte de Esquerra y sus mans netes.

“Estamos por la colaboración inteligente, en lugar de la confrontación inteligente", aseguraba la líder parlamentaria de los comunes, Jèssica Albiach. “Pacten más y confronten menos”, añadió el primer secretario del PSC, Miquel Iceta. Ambas reflexiones, lo sabemos, habrían sido suscritas perfectamente por Aragonès.