Ortega y Gasset lo tenía claro en relación a los argentinos. Recordemos sus palabras que, tras sus conferencias en 1939 en Buenos Aires, se recogieron en el libro Meditación del pueblo joven: ¡Argentinos!, ¡A las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”.

Que cada uno aplique esas apelaciones en la situación que desee. En Cataluña el gobierno catalán está en un proceso de indefinición. Algunos consejeros querrían ponerse “a las cosas”, pero esa actitud no se acaba de consolidar, porque, también es necesario decirlo, las condiciones externas e internas lo dificultan. Pero si queremos observar con algún detalle lo que sucede, habría que destacar los primeros esfuerzos del departamento de Ensenyament, que dirige Josep Bargalló, porque la propia comunidad educativa entiende que hay un cierto cambio positivo.

Lo más importante para que una sociedad pueda cambiar en el futuro, a medio y largo plazo, ocurre en las escuelas. En Cataluña ha existido un discurso que se ha basado en la elección de los centros, y en la capacidad de los padres y madres de escoger. ¿Qué ha ocurrido? Que las amplias clases medias, en su mayoría, defendiendo de forma legítima sus intereses, se han ayudado a sí mismas y han provocado una segregación escolar que no ayuda al conjunto. 

La OCDE ha alertado sobre ello. Si abrimos el foco, vemos que la mitad de los estudiantes españoles de clases más desfavorecidas se concentra en escuelas de condiciones depauperadas. En Cataluña es más acusado. La segregación se señala como una de las cuestiones que dificultan el progreso social, porque todos esos chicos y chicas arrastrarán un peor rendimiento escolar. Está comprobado en diversos estudios empíricos, y en los informes Pisa. Entonces, la escuela ya no es, en esas circunstancias, el instrumento que puede permitir una oportunidad para las clases sociales con menos recursos.

El gobierno catalán ha comenzado a ser consciente. Y el Consorcio de Educación de Barcelona, participado también por el Ayuntamiento de Barcelona, plantea un nuevo modelo de adscripciones entre los centros de primaria y secundaria. Existen diferencias con la comunidad educativa, pero se han puesto a trabajar de forma conjunta. Lo que se impulsa es un cambio en el modo en el que se da preferencia de acceso a un instituto a los alumnos de primaria en el ámbito público. Se buscará un equilibrio para que los alumnos y alumnas de familias más desfavorecidas no se concentren en unos pocos institutos, que es lo que ha ocurrido hasta ahora.

Para ello, --y es por ahora una propuesta-- a cada escuela le corresponderán tres centros. Uno de ellos tendrá preferencia, y siempre se buscará “el equilibrio en la composición social”, con el criterio de proximidad como bandera, algo que debería cuestionarse, según la comunidad educativa, que cree que la prioridad debe ser la composición social, aunque ello comporte buscar centros en otros distritos o barrios.

El cambio implica que esas clases medias deberán entender que los catalanes, todos, debemos estudiar juntos, que tener a un compañero procedente de China, o de Pakistán, o una compañera con alguna disminución intelectual, supone un enriquecimiento, y un aprendizaje, porque en la vida posterior, en el día a día como jóvenes y adultos eso será lo habitual. Nadie vive, aunque lo quiera, en burbujas de forma permanente. Lo que viene, lo que ya es una realidad, son sociedades con individuos procedentes de muchas zonas del mundo. Eso será lo natural, aunque nos cueste aceptarlo.

Algunos profesionales del Consorci d’Eduació están actuando con determinación, como Eulàlia Esclapès, que ha sido profesora del Salvat Papasseit. También son vitales los profesores de sociología en la UAB, Xavier Bonal o Aina Tarabini. Sus informes se tienen en cuenta. Y el departamento de Ensenyament es receptivo. La prioridad en una sociedad como la catalana, abierta al mundo, con empresas que exportan productos al último rincón del planeta, con una cierta autopercepción de que es un país avanzado y cosmopolita, debe ser la de acabar con la segregación escolar. Eso sí supone un gran objetivo de país. ¿Pensamos en las cosas importantes y posibles de una vez?

Pero casa mal con una práctica muy catalana: "Defiendo un discurso progresista y moderno, pero sólo tengo relación con los míos y ayudo a mi propia comunidad, y hago lo que me da la gana".

La libertad de elegir como individuo, choca de lleno en estos momentos con el bien común, con el interés general. Se trata de compatibilizar esos derechos, que, ciertamente, colisionan en el ámbito educativo. Asi que "a las cosas, a las cosas".