Ni 24 horas tardó Pere Aragonès en llamar a rebato a sus consejeros tras el informe de Plataforma per la Llengua, en el que se advierte de la supuesta amenaza que supone para el catalán expresarse en castellano en las relaciones privadas. Sí, así es. Esta ONG hipersubvencionada vuelve a inmiscuirse en nuestras vidas en su lucha por la segregación lingüística, aquella que señala a trabajadores extranjeros recién llegados a Cataluña que no entienden la lengua catalana, que le dice a los niños pequeños en qué idioma deben jugar en el patio del recreo y, lo más grave y preocupante, la que marca el paso al Gobierno de la Generalitat.

ERC entró en shock la mañana del martes cuando desayunó con las conclusiones de Plataforma, en las que se asegura que el votante de los republicanos relativiza los peligros de cambiar al castellano en las relaciones cotidianas, mientras que el electorado de Junts per Catalunya (JxCat) y CUP sí se muestra muy preocupado.

A pesar de su salida del Govern, la sombra de los neoconvergentes es alargada, igual que la de los cupaires, que hace tiempo dejaron de ser influyentes. Pero ahí está el nuevo “modelo policial catalán” que los republicanos pretenden impulsar para satisfacer a los antisistema. En cuanto al tema del catalán, hubo un tiempo en que creímos en la flexibilidad de ERC y su apuesta por ajustar los proyectos lingüísticos a las necesidades de cada zona. El conocido ejemplo de 'más catalán en las aulas de Santa Coloma de Gramenet y menos en las de Vic'.

El PSC también creyó en ese legado del exconsejero de Educación Josep Bargalló y apoyó la nueva ley que reconoce el castellano como lengua curricular en los colegios. Tanto esta ley como el decreto que rechaza las cuotas judiciales del 25% de castellano están recurridas ante el Tribunal Constitucional. Una excusa perfecta para que ERC se pase por el forro sus principios y, a través de su polémico consejero, Josep Gonzàlez-Cambray, evite aplicar sus propias normas. Conviene recordar que fue Junts la que boicoteó esas iniciativas, cuya finalidad era dar respuesta legislativa y pedagógica a la eterna guerra de la lengua, retirando su firma de una primera propuesta cuando ya se había hecho la foto con ERC, En Comú Podem y PSC. Esquerra perdió una buena ocasión para liberarse de sus incómodos socios y profundizar en sus divisiones internas. Pero en aquellos momentos, Junts formaba parte del Govern todavía. Los firmantes se autoenmendaron y, finalmente, hubo acuerdo.

Hoy, ERC gobierna en solitario, sin visos de reconciliación con el partido liderado de forma bicéfala por Laura Borràs y Jordi Turull. Sin obediencia debida, por tanto, al socio desleal. Pero en cuestión de lengua, los complejos republicanos se disparan. Hasta el punto de proponer que los pregones de las fiesta de la Mercè de Barcelona se hagan en catalán. La iniciativa fue tumbada por el equipo de gobierno de Ada Colau, como no podía ser de otra manera. La frontera entre la defensa del catalán, necesaria y legítima, y la mala educación es, en ocasiones, muy estrecha. Por no hablar de la que hay entre el apoyo a la cultura catalana y el odio. El ejemplo más reciente es el ocurrido el pasado lunes, cuando un escritor argentino invitado por la Universitat Autònoma de Barcelona, Martín Caparrós, abandonó un acto porque los asistentes se empeñaron en hablar en catalán, un idioma que no entiende. Su incomodidad fue recibida con risitas. Un tertuliano entregado a la causa independentista le tildó de “racista energúmeno”, contribuyendo así a la imagen antipática del catalán.

Una imagen en la que, por supuesto, Plataforma per la Llengua no profundiza. El informe de esta entidad da para abrir un Telenotícies, pero no para analizar el motivo que lleva a jóvenes cuya lengua materna es el catalán a utilizar el castellano como idioma de rebeldía, de protesta. ¿De provocación? ¿De desahogo? Nuestros gobernantes, es decir ERC, prefieren quedarse con la cifra, con la estadística, para luego convocar reuniones, cumbres y pactos por la lengua que solo abundan en un victimismo estéril.

Que el votante de ERC no vea como una amenaza pasar del catalán al castellano es síntoma de normalidad. Y quizá de que, realmente, el partido de Aragonès ha logrado ensanchar su base y ocupar la centralidad soberanista. En cualquier caso, son buenas noticias para los republicanos quienes, por el contrario, prefieren desautorizar a su electorado y amagar con nuevas armas de disuasión masiva del castellano. La campaña de las elecciones municipales pondrán a prueba la coherencia de ERC, especialmente en la cotizada área metropolitana.