El fin de semana nos deja muchas estampas políticas que nos alejan de los hitos importantes que se han vivido en España en las últimas horas. Tenemos nuevo presidente del Gobierno, el principal partido de la oposición ha quedado descabezado y los que deberían ser sus naturales adversarios siguen emperrados en hacer el ridículo rodeando el Congreso o en sus intervenciones dentro de la Cámara, donde se arrogan una especie de representatividad universal que jamás consiguieron en las urnas.

Mariano Rajoy es el jefe del Ejecutivo que se sucede a sí mismo tras casi un año de provisionalidad de su gobierno. Se le acusa de múltiples cuestiones, pero nadie puede hoy negar que el dirigente gallego no haya sido capaz de mantener el centro-derecha español al frente de la gobernación del Estado, algo que ni el propio José María Aznar consiguió el 14 de marzo famoso, tres días después de los atentados de Atocha.

Al país le conviene ponerse manos a la obra y empezar a legislar y a gobernar antes de que la falta de una dirección política pueda pasar un factura impagable para esta o sucesivas generaciones

Una de las más cabales intervenciones en el debate de investidura del pasado sábado la protagonizó el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, quien en un arrebato de lucidez le dijo a Pablo Iglesias, y por extensión al futuro presidente: "Tengo una mala noticia para usted, ahora hay que ponerse a trabajar". Más allá de la retranca que tiene esa afirmación sobre la figura de quien ha sido tildado de trabajador contemplativo (por su afición al Marca) y de dirigente diésel (con el asunto catalán), lo cierto es que Rivera dio en la diana: al país le conviene ponerse manos a la obra y empezar a legislar y a gobernar antes de que la falta de una dirección política pueda pasar un factura impagable para esta o sucesivas generaciones.

La economía necesita, requiere con urgencia, que el sector público se manifieste. ¿Qué quiere hacer y hacia dónde se encamina? ¿Cómo piensa el nuevo gobierno ordenar la fiscalidad del país y las políticas presupuestarias que Bruselas se empeña en tutelar? ¿Por qué extraña razón la política económica parece ser el único elemento que une al centro izquierda con el centro derecha? Todas esas preguntas quedan pendientes de una respuesta que Rajoy deberá proporcionarnos en las próximas horas, días o semanas.

En ningún caso el silencio puede seguir constituyendo el mejor atributo político de un Rajoy con un mérito enorme (gana las elecciones) y un demérito mayor: su fórmula para mantener el país empantanado mientras desde dentro y desde fuera nos piden celeridad, competitividad y, por supuesto, eficiencia. Ojalá que las palabras del nuevo socio Rivera no caigan en saco roto y el jefe del Ejecutivo tome nota para ponerse manos a la obra y el país, a su lado, empiece a funcionar.