No son pocos los analistas que consideran que el principal beneficiado de la suspensión de las elecciones autonómicas del 14F es JxCat. Yo no lo tengo tan claro.

Es cierto que a los de Puigdemont les viene bien ganar tiempo, para ver si Laura Borràs remonta en las encuestas. Incluso, si en este periodo fuera inhabilitada por meter la mano en la caja cuando estaba al frente de la Institució de les Lletres Catalanes, supondría un acicate para su hoy desanimada parroquia de hiperventilados. El propio dircom del partido, Pere Martí Colom, ha admitido que “ahora tenemos más tiempo para ganar bien”.

Sin embargo, estoy convencido de que, con la cancelación electoral --que no aplazamiento, pues el Govern se reserva el derecho a no convocar las nuevas elecciones el 30 de mayo con la excusa de que la pandemia sigue descontrolada sin establecer criterios objetivos--, ERC se la ha jugado al PSC.

En las últimas semanas, todos los sondeos apuntaban a que los comicios del 14F se habían convertido en un cara a cara entre ERC y el PSC. La demoscopia indicaba que la elección del ministro de Sanidad, Salvador Illa, como candidato socialista fue un acierto. Hasta el punto de que el PSC tenía opciones de ganar las elecciones, desbancando a ERC.

Así, los que teóricamente podrían --y todavía pueden-- ser aliados tras la votación, se convertían en rivales directos. Es decir, el principal adversario de ERC ahora es el PSC, no JxCat.

¿Qué gana Pere Aragonès empujando la votación hacia adelante sine die? De entrada, el tiempo suficiente para desactivar el efecto Illa. Será difícil mantener muchos meses el impacto de lo novedoso y renovador que supone su designación. Además, si el virus sigue avanzando, tratarán de responsabilizarle de ello, vendiéndolo como un fracaso de su gestión en el ministerio.

Pero, sobre todo, ERC deja al PSC colgado de la brocha con el tema de los indultos a los presos del procés.

Los socialistas habían apaciguado a los independentistas con el compromiso de otorgar la medida de gracia a los condenados por sedición (y, recordemos, también por malversación, es decir, por desviar dinero público a fines ilícitos), a cambio de su apoyo a los presupuestos. Pero una vez estos fueron aprobados, no tenían ninguna prisa en hacer efectiva la condonación de las penas. Hacerlo antes de las elecciones, supondría un revés para las aspiraciones del PSC.

Es evidente que presentarse a las votaciones como responsables de que Junqueras, Romeva, Forcadell, Forn, Rull, Turull, Sànchez, Cuixart y Bassa paseen libremente por las calles y protagonicen mítines incendiarios insistiendo en que no se arrepienten de nada y que lo volverán a hacer en cuanto tengan la oportunidad --como aseguró el presidente de ERC este mismo lunes--, no es la mejor forma de recuperar los votos que en 2017 se fueron a Cs. Solo un insensato lo haría.

Alargar el trámite de los indultos cuatro o cinco semanas más, hasta después del 14F, era una opción viable. Pero dilatarlo --al menos-- otros cuatro meses y medio se antoja más complicado. Y más aún con Podemos, La Vanguardia y El Periódico exigiendo cada vez con más intensidad que el Gobierno abra de par en par las puertas de las cárceles inmediatamente.

Es más, de las recientes declaraciones del ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, se deduce que el Gobierno también baraja la posibilidad de exonerar a los insurrectos de la larga inhabilitación para cargo público a la que fueron condenados. “No creo que se puedan aplazar tanto. Es posible, pero lo veo bastante difícil”, dijo hace unos días al ser preguntado si los presos independentistas podrían ser candidatos a las elecciones catalanas en caso de que estas se retrasaran, como finalmente ha ocurrido --a la espera del nihil obstat del TSJC--. ¿Se imaginan el pitorreo que supondría que acabasen yendo en las listas? ¡A este paso, el Govern es capaz de agotar la legislatura, si hace falta!

No cabe duda de que ERC ha metido al PSC en un marrón con la suspensión de las elecciones. Parece que los socialistas desconocen con quiénes se están jugando las habichuelas. Da la sensación de que han olvidado la humillación a la que sometieron a Miquel Iceta hace apenas 20 meses cuando le impidieron acceder al Senado.

Llegados a este punto, tal vez lo mejor sería hacer algo más de caso a los propios afectados y tomarles la palabra cuando vociferan a los cuatro vientos que no quieren ser indultados.

Y es que parece que no escarmentamos nunca.