Este 11 de septiembre, por una casuística de calendario, no gustaba de entrada. Suele ser un puente que brinda oxígeno tras la vuelta a la vida normal, pero, por segundo año consecutivo, no se disfrutará a no ser que el convenio laboral de uno contemple recuperar los festivos que caen en fin de semana. Por lo que esos catalanes que pasan de la política, el folklore patrio o que no son independentistas (los críticos con las celebraciones de la última década que sí participaban en las anteriores) se la trae más que nunca al pairo. Hoy será un domingo más. Y este grupo, como se ha podido comprobar en las últimas semanas, es cada vez más amplio.

Los guardianes de las esencias son ahora más selectivos. Ya no dejan espacio ni para una ERC que ha entrado de lleno en el terreno de los botiflers. Los de Pere Aragonès serán reprendidos en la ofrenda floral al monumento de Rafael Casanova y han sido centrifugados por una ANC que, de excluyente, resulta incluso incómoda para Òmnium Cultural, la otra grande entidad política que pretende marcar el ritmo del gobierno catalán. Todo ello, por la organización de la manifestación de las camisetas negras, un color con todos los atributos que uno le quiera dar.

ERC ya empezó con mal pie en 2021. Fue la primera Diada que organizó como partido en la presidencia de la Generalitat --y cayó en sábado, con el cabreo que eso supone a parte de la población-- y se promocionó con un cartel con unas quatre barres demasiado pequeñas y sutiles para agradar a estos guardianes de las esencias. ¡Demasiada modernidad!

El cartel de este año ha pasado sin pena ni gloria, ya que el escándalo de la mani se ha hecho con el protagonismo. Va seguida de la petición de las formaciones y organizaciones que comparten las tesis independentistas de unidad, pero como del dicho al hecho hay un trecho, esta es cada vez más una quimera. No funcionó ni Junts pel Sí tras el momento álgido del procés. Ahora, incluso esta ANC irredenta con las tesis de la unilateralidad amenaza con lanzar su plataforma electoral. ¿Se atreverá a dar el paso?

El único punto en común que les queda es la lengua. La bandera del monolingüismo en la escuela ha sido el punto de unión de este ámbito en septiembre, con el consiguiente reparto de carnés de fascista y mal catalán incluido.

La realidad de la escuela pública catalana, los retos a los que hace frente y la falta de recursos endémico que la aleja cada vez más de la concertada no está ni sobre la mesa. El Govern incluso vinculó la contratación de más docentes (que son necesarios) al fin del conflicto laboral, toda una declaración de intenciones de su apuesta por blindar la calidad de la pública. Además, el refuerzo del profesorado no se dará hasta enero.

En este escenario, y seguramente sin una intención directa de participar en el debate, Alizz ha lanzado su primera canción en catalán en que se reivindica como un “choni, un ignorante, un charnego de la periferia” y que, más allá de recordar que es de Castefa, del Baix Llobregat “como Rosalia y Estopa”, suelta perlas que son un torpedo en la línea de flotación de estos guardianes de las esencias: “Las élites culturales somos nosotros también”.

“No me malinterpretéis, esto no va de idioma”, sentencia el ganador de tres Latin Grammy. Pues eso, feliz Diada a todos los catalanes (los botiflers y la gente de bien).