Siempre he pensado que la humildad es un valor enorme y un excelente compañero de viaje en la vida. En consecuencia con lo anterior, la soberbia me genera un enorme rechazo y no soporto a la gente encantada de haberse conocido, que se suelen creer absolutamente imprescindibles e insustituibles, cuando hasta el que está más alto puede caer y ha ocurrido en multitud de ocasiones.

Soy también de la firme opinión de que el fin nunca puede justificar los medios y que el sentido común --pese a ser el menos común de los sentidos-- no puede ni debe perderse nunca.

Finalmente, suscribo y aplaudo la afirmación del expresident de la Generalitat de Cataluña Josep Tarradellas en la que sostenía que "en política se puede hacer de todo, menos el ridículo".

Por todo lo anterior, considero que el expresident de la Generalitat, el señor Carles Puigdemont, debería tirar la toalla y anteponer el bien de su amada Cataluña --en cursiva, porque lo que está haciendo a Cataluña denota más desprecio que amor-- aparcando su obsesión por presidirla desde Bruselas, desde Skype o desde la cárcel, y, como hizo quien ha arruinado la CiU del 3% --Artur Mas--, facilitarle el trabajo al nuevo y cabal --a Dios gracias que no es como su irresponsable antecesora-- presidente del Parlament, el señor Roger Torrent, y permitir el nombramiento de alguien que no haya huido de la justicia, que parece que nos hemos vuelto todos locos por semejante reivindicación pero... ¡qué menos!

Y como el fin nunca puede justificar los medios, dicha decisión espero y deseo que, lejos de derivar en protestas por las calles o en atentados pueriles contra medios de comunicación en un claro ejemplo de falta de respeto a la libertad de opinión, alegre a todos los catalanes, pues juro que hubo, hay y habrá vida antes, durante y después de que el señor Puigdemont presidiese la Generalitat.

Invito al expresident Puigdemont a hacer un acto de humildad, un ejercicio de sentido común y, especialmente se lo ruego, a poner fin a este enorme, mediático y agónico ridículo

Y es que, si utilizamos el sentido común por un momento, no creo que nadie se niegue a afirmar que ni el mejor candidato del mundo --que en cualquier caso jamás sería un prófugo de la justicia-- justifica tener al Parlament de Cataluña parado más tiempo, pues en el ínterin Cataluña decrece en PIB y lo único que acrece es nuestra reputación de insumisos soñadores de un mundo ideal que es imposible. Porque, al igual que nadie se cree su inocencia --si es inocente, ¿por qué se refugia en un país hostil como Bélgica, que acoge y no extradita a etarras y demás delincuentes?--, nadie se cree afirmaciones como que la independencia de España mantendría a Cataluña en la UE --máxime tras dejarla de vuelta y media-- o que las pensiones serían más altas, los impuestos más bajos y hasta el Barça podría seguir jugando la Liga española. Sin pretender hacer un juego de palabras, ambiciono que la persona responsable de presidir Cataluña sea una persona responsable. ¡Llámenme loco! ¿Es tanto pedir?

En fin, invito al expresident Puigdemont a hacer un acto de humildad, un ejercicio de sentido común y, especialmente se lo ruego, a poner fin a este enorme, mediático y agónico ridículo, actitud que todo el mundo asocia y vincula a los catalanes y que a la inmensa mayoría nos tiene hartos de jocosos comentarios por parte del resto de España y de gente de otros países. Y le pido por favor que deje de mirarse el ombligo por creerse el único, insustituible e insuperable candidato a presidir la Generalitat de Cataluña, y que pase de lamerse las heridas con mensajes al reiteradamente torpe exconseller Comín, y se centre en mirar lujosos chalets en Bélgica que sufragaremos los catalanes con gusto si en ellos se esconde sine die, porque en Cataluña ya, citando a Sabino Fernández Campo respecto al general Armada, "ni está, ni se le espera".