Hace 10 años se popularizó un concepto que antes solo era usado por entendidos del sector financiero, la prima de riesgo. Para los desmemoriados, o a quienes los términos económicos les son indiferentes, se trata del diferencial del precio de la deuda soberana española respecto a la alemana. O sea, si el bono a 10 años alemán ofrece un interés anual del 1,00% y el español un 2,00%, la prima de riesgo es de 100 puntos básicos (200-100).

El 7 de octubre de 1992 la prima de riesgo española marcó su máximo histórico, 668 puntos. Ya en la era euro el máximo se alcanzó el 23 de julio de 2012, 636. La diferencia de ambos escenarios es fundamental, en 1992 la cotización de la peseta no estaba ligada al marco alemán por lo que, tras dos devaluaciones, la prima de riesgo comenzó a descender. En 2012 la moneda alemana era la misma que la española, el euro. Por eso la escalada de la prima de riesgo se frenó con la famosa declaración del entonces presidente del BCE, Mario Draghi, “se hará lo que se tenga que hacer” para mantener el euro. Y lo que hizo el BCE fue comprar deuda como si no hubiese un mañana. Y cuando se quedó sin recursos realizó emisiones propias, o sea, se imprimieron billetes.

A cambio de la intervención del BCE, las economías de Grecia, Irlanda y Portugal fueron rescatadas, es decir, recibieron dinero a cambio de aceptar reformas estructurales. España se libró por la campana pues “solo” se rescataron las cajas de ahorros, lo que hizo que las reformas estructurales fuesen menores. Con la mejora del ciclo las primas de riesgo fueron bajando y la situación se fue normalizando. Los rescates funcionaron, pero ni se retiró el exceso del dinero del sistema ni se redujo la deuda de los países. Los tipos estaban tan bajos que para qué amortizar deuda, el dinero era gratis.

El parón de la economía en 2020 provocado por las medidas para contener el virus SARs-CoV-2 se solventó con más deuda, y para evitar tensiones en el mercado de deuda el BCE volvió a imprimir dinero. Todo iba más o menos bien hasta que de repente llegó la inflación. Aunque nos dijeron que era todo culpa de la invasión de Ucrania, la verdad es que el origen de esta inflación es multifactorial: la guerra tiene parte de culpa, sin duda, pero también el exceso de liquidez en los mercados, o la interrupción de las cadenas de suministro, especialmente las asiáticas.

Cuando la inflación se dispara, como ahora, los bancos centrales dejan de inyectar dinero y suben los tipos de interés para enfriar la economía. Una de las consecuencias es que también suben los tipos de la deuda soberana. Y en esta subida los países más endeudados, como España, experimentan subidas de la prima de riesgo.

La deuda española tiene ahora una prima de riesgo de unos 120 puntos, no es mucho, pero es el doble de la de hace tan solo ocho meses. Lo peor no es la cifra sino que varios operadores del mercado han comenzado a especular contra la deuda y su ascenso se ha frenado al decir el BCE actuará, aunque no ha dejado muy claro cómo, por lo que más parece una tregua que el final de las hostilidades.

Si la prima de riesgo se dispara tendremos un serio problema. El volumen de deuda actual es astronómico, el 120% del PIB mientras que en 2007 era del 36%. Por cada 100 puntos básicos que suba el tipo de interés de la deuda, el volumen total de intereses subirá 14.000 millones, una cifra superior al presupuesto de cualquier comunidad autónoma salvo las cuatro más pobladas, unos 1.000 kilómetros de línea de AVE o casi 2.000 kilómetros de autovía, o más del presupuesto de defensa. Y no podemos olvidar que además de la subida por la prima de riesgo van a subir los tipos para frenar la inflación, ya lo están haciendo en varias regiones económicas y en breve lo hará en Europa. Pasaremos de tipos negativos de la deuda a estar probablemente cerca del 5%, entre lo que suba el BCE y lo que suba la prima de riesgo, si no es más.

Si vuelven las grandes diferencias volveremos a hablar de rescates y estos se traducirán en reformas y recortes. No es imposible que las primas de riesgo se estabilicen gracias a las intervenciones del BCE, pero también es probable que no lo hagan y entonces estaremos metidos en una recesión severa. El presidente de JPMorgan ya lo anunció recientemente, se acerca un huracán financiero y las primas de riesgo son una clara señal de lo revuelta que anda la atmósfera.