A diferencia de las pesadillas utópicas generadas por los excesos de la razón absoluta, en Cataluña el independentismo ha ido incrementando sus dosis de tosca irracionalidad hasta extremos que ni los más precoces críticos del soberanismo habían podido prever. Eso es el hundimiento de toda una clase política nacionalista que, entre el tres por ciento y la épica impermeable a la ley, se resiste grotescamente a ser desplazada o a hacer política adulta. Si en algún momento comienza una fase de estabilidad durable, en poco tiempo ni vamos a creernos todos lo que hemos visto, desde la proclamación de una república catalana a un expresidente de la Generalitat cuyo comportamiento roza la perturbación --en términos políticos--. Pero por ahora, al día si no por horas, seguimos entre la sinrazón, la incompetencia radical de una clase política amateur y el deterioro económico.

No hace falta compartir ni la trayectoria ni las percepciones políticas de Santi Vila para ver que con él se está escenificando lo que los anglosajones llaman character assassination. Según han propuesto Rull y Turull, pónganse todos de acuerdo en considerar que Vila es una rata y habremos liquidado a una de los pocos políticos de los últimos tiempos que desde el nacionalismo propuso cambios semánticos, reconstrucción de acuerdos y claridad estratégica.

No hace falta compartir ni la trayectoria ni las percepciones políticas de Santi Vila para ver que con él se está escenificando lo que los anglosajones llaman character assassination

También, desde un punto de vista opuesto, se le puede criticar que tardase tanto en dejar el barco de la secesión, pero no parece exagerado reconocerle juego de cintura e ideas. Tal vez pecó de lealtad injustificada, de ambición al galope o de levedad. Aún así, antes de catalogarlo como rata haría falta conocer sus razones, las que explica en su reciente ensayo. Imposible.

Podría formularse una analogía curiosa: en este caso, cuando el barco se hunde, las ratas se quedan y saltan las mentes despiertas. También es sintomático de alguna paranoia, incluso si solo se trata de una columna de humo, que en plena dislocación independentista, los esfuerzos retóricos se concentren en la lapidación de un antiguo colega de partido y de gobierno. Es difícil saber qué futuro político tiene Santi Vila, ahora Judas traidor del desplome secesionista. Según TV3, solo le quedan Cs o el PP. Sea o no sea así, al valorar su trayecto habrá que tener en cuenta que abunda más en coherencia inteligente que en tacticismo rupestre. A Vila le han querido poner una ratonera y eso hoy en día tiene su mérito.