Catalán y extremeño. De Girona y  de Ibahernando. Pero, ¿y qué? ¿y si hubiese sido de Valladolid, de El Ferrol, de Donosti, de Jerez o de Zaragoza? Si da igual. Si lo que pasa, y eso molesta profundamente a muchos, es que el reconocido escritor Javier Cercas dice lo que piensa con sensatez, contundencia y argumentos. Y esto, en esta Cataluña actual radicalizada, crispada y marcada por una voluntad consentida por el establishment político, social y cultural  que lideraron el “maleït Procés" y que siguen contaminando de difamación al disidente, es un sacrilegio imperdonable.

Porque Javier Cercas, como usted y como yo, y como todos los que ahora pretenden defender lo contrario, ha tenido la suerte de crecer, desde hace más de 40 años,  en una democracia plena. Una democracia real que por real es  defectuosa y mejorable. Y que, por esa misma razón, el autor de (entre otros) Anatomía de un instante sabe que tiene el derecho a decir, con el respeto que toque, lo que quiera y dónde quiera.  

Digámoslo alto y claro. Ése ha sido el problema en este miserable incidente de manipulación discursiva que un “maleante” anónimo y cobarde ha plantado en las redes tras el  convincente y valiente paso del escritor por el programa FAQS de TV3. Sí, en FAQS. El programa emblema del independentismo que esta televisión pública que pagamos todos (también Javier Cercas) con nuestros impuestos emite el sábado por la noche y que demasiados espectadores consideran que es solo suyo y que debería, por tanto, invitar, única y exclusivamente, a los que ideológicamente piensan igual que ellos. Público que se cree (y se lo han permitido los dirigentes de este país) con el divino derecho de recriminar cuando un programa se atreve a convidar a un ilustrado, sabio y prestigioso escritor que, como sabe que vive en una democracia, dice verdades contundentes que no les gustan oír: que el Rey Juan Carlos I paró el golpe de Estado que intentó  Tejero, que vivimos en una democracia y que la tierra, por más que algunos lo crean, no es plana.

Y esas certezas dichas con argumentos creíbles y realistas por un 'gironí' de Ibahernado sublevan a los imbuidos por la verdad del independentismo acrítico y sentimental y les aboca, con la protección que dan las redes a los cobardes, a manipular las palabras del escritor. Y así, un descerebrado aprovechando el disgusto de la parroquia radical ofuscada, recorta unos minutos de un discurso de Cercas impecable, conciliador y lúcido, cuando recogía uno de tantos reconocimientos que por méritos propios se le otorgan, para encender las redes dando una visión distorsionada de lo que dijo Cercas.

Pues no  señores, no.

A  aquellos fanáticos y pusilánimes a los que la xarxa da cobijo y que les exaspera que un intelectual de prestigio, un escritor de éxito con una  grandísima trayectoria profesional y que ha hecho más que todos ellos juntos para poner en el mapa esta Cataluña de todos, sepan que su cobardía les empequeñece y les deshonra.

Una vergüenza  y envilecimiento que salpican engrandecidos a aquellos otros intelectuales y personajes con voz  a aportar sobre el tema que, conociendo perfectamente a Javier Cercas y habiendo compartido con él cenas, actos literarios  en librerías, charlas y complicidades en bares y terrazas de la ciudad inmortal que también es la suya y estando ahora profundamente contaminados por el sesgo ideológico que ha ensuciado  la convivencia en esta Cataluña del SXXI, justifican su tibieza comparándolo (eso sí con una patosa sutileza) con  el delincuente Radovan Karadzic o lo tildan de histérico por su natural e imprescindible reacción ante la maldad que representa que le acusen de defender una acción armada en Cataluña.

Cercas es un intelectual, un librepensador, una persona lúcida que critica y defiende lo que cree con el convencimiento y vehemencia que ha practicado siempre para con todo. Una pasión que se hace ahora más necesaria que nunca  porque lo que ha ocurrido en Cataluña durante estos últimos años es que se ha callado demasiado y solo se ha oído la voz histérica (aquí sí) y sesgada de los independentistas acríticos que se han apropiado de palabras como libertad,  justicia, exilio o democracia. Voces que se otorgan el poder divino de creerse que están en el bando de los buenos. Voces que si la sensatez, la moderación, el respeto y la política sincera y de verdad no lo remedia dejarán una Cataluña pequeña y miserable.