Un espectáculo desolador, el de ver a Donald Trump instalarse en la Casa Blanca. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? En primer lugar, por la fuerza del tsunami Echemos a los salientes. Todo el que haya gobernado, independientemente de su balance, parece tener que "largarse". Esa especie de limpieza general entusiasma cuando se trata de poner en fuga a dictadores. Entusiasma menos cuando echa a los leones a cualquier persona que haya asumido responsabilidades gubernamentales, con un poco de coraje y de sentido de Estado.

El otro factor que ayuda a explicar la elección de Trump está ligado al primero: la confusión mental de nuestro tiempo. Nuestras democracias corren el riesgo de convertirse en "idiocracias", como sugiere la película del mismo nombre. No hemos medido el impacto de la generalización de noticias falsas sobre unas democracias construidas sobre la confianza en la información. En el tiempo en que desarrollamos un nuevo espíritu crítico y ponemos los hechos en perspectiva, los más manipuladores se han dado prisa en tomarnos la delantera. En materia de desinformación, los regímenes más autoritarios suelen llevar ventaja.

El FSB ha sabido reactualizar el viejo savoir-faire de la KGB. Gerasimov, jefe de Estado Mayor del Ejército de la Federación Rusa, ha comprendido muy rápidamente cómo podía avanzar hacia sus objetivos con medios no militares, en particular gracias a la ciber-influencia. Basta con inundar las opiniones públicas de los países democráticos en una marea de falsas noticias, los llamados "hechos alternativos" (alternative facts), en nombre de la "reinformación", con el objeto de desorientarlas, de minar su confianza en la prensa y en sus instituciones, para lanzarlos en los brazos de extremistas... por cierto, financiados por Rusia.

Trump es a la vez la víctima idea y el gran beneficiario de este tipo de propaganda, ahora balbuceada desde el despacho oval. Aterrador.

Desgraciadamente, la que ha permitido la victoria de la derecha más idiota del mundo tampoco es la más espabilada

Cabía esperar que la izquierda norteamericana reaccionara, se despertara. Desgraciadamente, la que ha permitido la victoria de la derecha más idiota del mundo tampoco es la más espabilada. Precisamente porque Hillary Clinton encarna a la vez la izquierda más liberal y la más naïf frente al islamismo, Trump ha podido progresar en un mundo amenazado por la globalización y el terrorismo.

¿La oposición a Trump sacará conclusiones? La manera en que se ha desarrollado la Womens' March no es muy tranquilizadora. Hermosa iniciativa, con frecuencia divertida, desde luego necesaria. Pero precipitada: sus cuatro millones de manifiestantes habrían tenido más sentido después de que Trump firmase la sentencia de muerte del Family Planning en el extranjero.

Antes, ha podido dar la impresión de que se marchaba contra la elección presidencial. Pero, sobre todo, ¿había que llamar, como ha hecho una actriz, a ponerse un velo para oponerse al racismo de Trump? En este contexto, algunas jóvenes WASP se veían todas excitadas con la idea de llevar puesto un velo con los colores de Estados Unidos. Otras llevaban un poster que mostraba una mujer en hiyab con la leyenda "We the people". Bonita forma de excluir del colectivo feminista a las que aún creen que se puede ser musulmana sin llevar velo. Mona Eltahawy, una escritora feminista que se define como "musulmana egipto-americana que luchó durante ocho años para poder dejar de llevar el hiyab", se ha desmarcado del poster.

Las mujeres con velo son las que hablaron en nombre de las "mujeres musulmanas" sobre el escenario de la Marcha de Mujeres contra Trump

Los organizadores han escogido su bando: el de las mujeres con velo. Son ellas las que hablaron en nombre de las "mujeres musulmanas" sobre el escenario de la Marcha de mujeres contra Trump. Como Zahra Billo, directora ejecutiva de CAIR, una organización considerada terrorista por los Emiratos Árabes Unidos. Su mensaje se resumía en pocas palabras: equiparar la "vigilancia de musulmanes por el FBI" (¿incluidos los que están vigilados por ser sospechosos de terrorismo?) con los crímenes cometidos contra gays o negros... ese fue el mensaje de una de las cuatro organizadoras de la Marcha de las mujeres y su nueva musa, Linda Sarsour.

También con velo, Sarsour tomó la palabra como "musulmana y palestina sin complejos" para hablar en nombre de "su comunidad" y su familia, exiliada en Estados Unidos por su compromiso con Hamas. Sarsour es la misma que deseaba "retirar su vagina" a Ayaan Hirsi Ali, una mujer víctima de mutilación genital y contraria al islamismo, porque ésta "no merecía ser mujer". La mayor parte de figuras de la izquierda norteamericana le han dado públicamente las gracias a Sarsour "por haber organizado la marcha". El hashtag de adhesión se convirtió en #IMarchWithLinda (Voy con Linda). Bonita apropiación. Si seguimos así, tenemos Trump para ocho años.

[Artículo traducido por Juan Antonio Cordero Fuertes, publicado en Marianne.net y reproducido en Crónica Global con autorización]