¡Por Thor, por Odín, por Tutatis, y por Favor! Y por descontado: per la Mare de Déu, verge de Montserrat! Disculpen el alarmismo, pero creo que hem begut oli, o ratafía, que no sé qué es peor. Ocurre que la cosa pinta mal, muy mal, fatal. Tan mal que ahora mismo, así acabe de escribir estas líneas apresuradas, hago la maleta y tomo las de Villadiego, o las de Katmandú, que tras casi diez años de Procés mis nervios están hechos picadillo y ya ni con Trankimazin puedo hacer vida normal. Que el cielo nos ampare, amigos. Llevo días leyendo, aquí y allá, que ÉL anuncia su regreso, que lo está sopesando, que se lo plantea --aunque de entrada dice no querer volver porque ya está de vuelta de todo--, y que aunque volver para nada es tontería, si hay que volver, se vuelve. Como MacArthur. Toda Filipinas justifica un retorno. A ser posible, triunfal.

Así que ya lo saben: vuelve Artur Mas, el Conducator, el áristos, el más virtuoso entre los mejores aristócratas, el astuto, el maniquí por excelencia, el caradura, el cínico, el vendedor de tónicos capilares; vuelve el divino "Masías", aquél que detentó y tuvo en sus manos la voluntad de todo un pueblo. Y regresará, no lo duden, más chulo que un ocho, como el gran timonel que cree ser; como el osado almirante que creyendo armar una flota para surcar los mares hacia Ítaca acabó armando la marimorena; como el Moisés que separó las aguas fecales del Besós para que el masacrado pueblo catalán emprendiera su égida a ninguna parte y nos dejó de barro y de mierda hasta el cuello.

¿Somos conscientes del inmensurable coste anímico, social y económico, que estamos pagando los catalanes y el resto de los españoles debido a la vergonzosa e imperdonable irresponsabilidad de fantoches como Artur Mas? ¿Acaso olvidamos que fue él quien nos metió a todos en este berenjenal identitario, en este conflicto irresoluble, enconado, enquistado y sin visos de solución ni a medio ni a largo plazo? Deberíamos recordar cada día que este prohombre, atemorizado ante la imposibilidad de seguir ocultando la corrupción de su partido y el latrocinio de la casta a la que defiende y representa, inquieto ante el auge del populismo antisistema, tras las masivas protestas del movimiento de los indignados del 15M, y consciente de ser el responsable de los mayores recortes al Estado del Bienestar Social en Cataluña, decidió colocarse en primera línea de fuego, tras una pancarta, liderando un proceso absolutamente antidemocrático, secesionista, desleal, hispanofóbico; emprendiendo una huida hacia adelante basada en mentiras y falsas acusaciones, agravios viejos, manipulación falaz de lo histórico; inoculando, con sus palabras y obras una inmensa dosis de ponzoña en el corazón de la sociedad.

Artur Mas exigió a Rajoy un concierto económico en un momento en el que España, en lo peor de la crisis mundial, orillaba el colapso financiero, y la sombra del rescate de nuestro mercado era más que una mera hipótesis. Con el no por respuesta se radicalizó y convocó elecciones. Perdió 12 diputados. Y a partir de ese momento, y sin necesidad de perro Patán alguno, este gafe, este Pierre Nodoyuna de la política autonómica, destrozó todo cuanto halló a su paso. Puso fin a la hegemonía de esa rancia derecha burguesa catalana del peix al cove, vestigio del franquismo más vergonzante; desarboló a CiU, envió a la tumba a Duran Lleida y a una docena más de políticos y partidos de rebote; emprendió una alocada carrera intentando huir del maremoto generado por sus propios errores, como aquel que para escapar de la lupa de Hacienda crea sociedades interpuestas que diluyan su rastro y sus vergüenzas. Debido a eso, en los últimos años, hemos visto desfilar a CDC, a Convergents, a Democràcia i Llibertat, a Junts Pel Sí, a Junts Per Catalunya, al PDeCAT, a Junts per Waterloo, a Junts por Cocomocho, a la Crida, al Consell per la República Geyper y cien acrónimos más que ni ellos mismos podrían enumerar...

Responsable de un primer butifarréndum, incapaz de frenar la debacle de su partido y el auge de ERC, Artur Mas instó mil veces a la unidad del soberanismo como disfraz a toda la vergüenza que tapaba y representaba. Juzgado e inhabilitado, con su patrimonio intervenido, acosado y despreciado por amplios sectores del independentismo, fue arrojado a la papelera de la Historia por la CUP. Deberían haberlo enviado a la trituradora o a la incineradora de la Historia, porque está claro que de las papeleras, cualquier insecto sale.

Artur Mas anuncia su vuelta a la escena política en un momento sumamente complejo, con los encausados por los hechos de 2017 pendientes de sentencia; con el independentismo dividido y enfrentado a cara de perro, a la espera de acontecimientos y órdenes; con un Parlament que no legisla no porque hoy vayan a presentarse los bárbaros de Cavafis, sino porque ellos, por sí mismos, son un hatajo de bárbaros; con miles de empresas a la fuga gracias a tanta política business friendly; con una ANC que mueve todos sus tentáculos buscando involucrar al mundo económico en la unilateralidad, y que sigue empeñada en crear listados de buenas y malas empresas; con la amenaza latente de ese “ho tornarem a fer!” que ya es consigna coreada; y, finalmente, con una presidencia bicéfala de la Generalitat, detentada por un par de psicópatas, desnudos, cuesta abajo y sin frenos. Hagan el favor de buscar en una buena enciclopedia los rasgos del buen psicópata y no se alarmen por el calificativo. Lo son. El mundo está lleno de ellos. Y Artur Mas lo es por excelencia. Seres sin empatía social, indiferentes al sufrimiento que generan con su proceder, sumamente irresponsables, impulsivos, narcisistas, calculadores, embaucadores, de ego desmesurado, obsesivos, solo preocupados por mantener su poder y su status.

Como bien sabrán, Artur Mas se ha entrevistado con Carles Puigdemont, y le ha propuesto dejar en sus manos la agitación internacional, mientras él se dedica a reunir y recomponer, cual maestro japonés de kintsugi, el poder interior que aún detentan, pegando los trozos dispersos de tanta sigla hecha trizas. Lo que se llama salvar los muebles. Sin duda alguna el muy astuto encabezará la lista de “Junts por-lo-que-sea” cuando toquen elecciones. Y no las habrá hasta que su inhabilitación termine en febrero del próximo año. Eso supone un contratiempo en los planes de Puigdemont y de Quim Torra, que arden en deseos de quemar Troya cuanto antes mejor, y que esperan la bendita sentencia del Tribunal Supremo. Apuesto con ustedes a que no habrá elecciones catalanas antes de la primavera del próximo año.

Así que en los próximos meses, amigos, veremos cómo se consolida un triunvirato presidencial en el Imperio Catalán, como aquéllos que marcaron la vida política en la antigua Roma y pusieron fin a la República. Siempre acababan mal: el primer triunvirato terminó con la derrota de Pompeyo Magno y la victoria de Cayo Julio César en la batalla de Farsalia, y la huida del vencido a Alejandría, en Egipto, donde moriría decapitado; el segundo, con Marco Antonio humillado ante Octavio --César Augusto-- en la monumental naumaquia de Accio, y huyendo también a Alejandría. En aquellos días, los cafres que la liaban parda, corrían a esconderse en Alejandría, que era el Waterloo de moda.

Hecha la broma, resulta ciertamente inquietante intentar siquiera imaginar cómo se repartirán las funciones estos tres iluminados a lo largo de los meses que puedan restar antes de unos nuevos comicios autonómicos, con Artur Mas como candidato a la presidencia de la Generalitat. Vaticino carcajadas y malhumor a partes iguales. Personalmente, y no se escandalicen, les atiborraría a los tres de patatas fritas con mejillones al estilo belga y después, sin piedad alguna, los arrojaría a los cocodrilos del Nilo. Pobres animalitos, los cocodrilos.

No esperen nada bueno de esta gente. Nunca. Rían y sean felices, que ya se encargarán ellos de amargarles la vida.