Pedro Sánchez respira tranquilo este fin de semana. Las enmiendas a la totalidad serán derrotadas en el pleno del Congreso. ERC, Bildu y PNV han decidido no poner en jaque al ejecutivo y abandonar la “vía Portugal” y provocar mayor inestabilidad. Las tres formaciones tienen aprensión a un posible adelanto electoral. Primero, porque ahora unas elecciones en España dejan a la derecha en la puerta de la Moncloa, cuestión que ni interesa, ni ven con buenos ojos, las formaciones nacionalistas e independentistas. Las encuestas son demoledoras situando al PSOE por debajo de los 100 diputados y, de momento, los de Yolanda Díaz no crecen lo suficiente para garantizar el poder de la izquierda.

La partida en Madrid es compleja pero todos los socios, a pesar de sus diferencias, saben que ahora negocian y tienen su cuota de poder. Si Casado llega a la Moncloa y Vox es la muleta del nuevo ejecutivo, todas las formaciones pasarán por las horcas claudinas. Más bien, volverán a las trincheras. La Mesa de Diálogo será una entelequia por la que suspirarán los independentistas catalanes y los traspasos para afianzar el autogobierno vasco dejarán de ser la piedra filosofal.

Además, los partidos vascos y catalanes juegan su particular partida. Bildu aspira a gobernar Euskadi y más ahora que Podemos está compuesto y sin novia en el País Vasco. Para eso, tiene que seguir su camino hacía la política. Otegui hizo hace unos días un gesto, para unos suficiente para otros se quedó a medio camino, para situar a la formación abertzale en una nueva posición. La izquierda vasca sabe que sus ciudadanos no les perdonarían que el PSOE cayera, y al tiempo necesitan segar la hierba al PNV para que no sea el único socio estratégico de Sánchez. Quizá, en este punto, se debe interpretar que Bildu fuera la primera fuerza que anunciara la no presentación de una enmienda a la totalidad.

El PNV les siguió, una vez tuvo en el hatillo un nuevo traspaso: la gestión del Ingreso Mínimo Vital (IMV). Que los nacionalistas vascos anuncien su apoyo a cambio de algo ya es una tradición. Y como siempre lo han logrado. Lo hacen para evitar la caída del PSOE, pero lo hacen sobre todo porque necesitaban un triunfo para barrar a los de Bildu. En el PNV saben que si Bildu ahonda en el camino de la política y crece en Euskadi, en ningún sitio está escrito que el PSE siempre apoyará un gobierno del PNV. En las últimas elecciones, el posible tripartito vasco se quedó a un diputado. Nunca se planteó pero con el tiempo es una posibilidad real y el PNV se apresta a evitarlo, más ahora, que el PSE cambia de líder.

En Cataluña, se juega la tercera partida. ERC debatió hasta el último segundo su posición. Cuentan desde la formación republicana que Oriol Junqueras se empleó a fondo para frenar a los que pretendían presionar con la enmienda a la totalidad hasta el final porque aquí, en Catalunya, ERC siempre mira de reojo a Junts per Catalunya y también es un clásico que a los republicanos les tiemblen las piernas ante las invectivas de los de Puigdemont.

Junqueras cree firmemente en la vía del diálogo para evitar la caída del PSOE y seguir presionando para gobernar lo que llaman “el mientras tanto”. De hecho, los republicanos no se han llevado ningún premio más allá de buenas palabras sobre la Ley del Audiovisual. Que Nadia Calviño no haya dicho una palabra ha sido esgrimido por Gabriel Rufián como un éxito. Ha ensalzado el papel de Félix Bolaños en el acuerdo de la nada. O sea, que ERC seguirá negociando y hará sudar la camiseta pero al contrario que el PNV no puede exhibir ningún éxito.

Sin embargo, Junqueras considera que con este papel seguirán manteniendo en el rincón de pensar a los cuatro diputados de Junts per Catalunya. El PDECat también se suma a la postura de ERC. Solo la CUP sigue siendo un cero a la izquierda en Madrid. En Cataluña si sigue por este camino también, porque el PSC está presto a coger el relevo y convertirse en una necesidad para Aragonès. Junts sigue subida al monte porque son los únicos que casi añoran un triunfo de Casado con el apoyo de Vox. Siempre peor que mejor es su consigna porque Puigdemont necesita la adversidad y el peligro para hacerse valer. Le importa un carajo que un gobierno de derechas caiga sobre una apisonadora sobre Catalunya. Solo le importa su persona y las veleidades de grandeza de un grupo que enfatiza en una revolución que no sale del salón de casa.

Las tres partidas se juegan al unísono. Solo les une el temor a la derecha, pero esa derecha en Cataluña y en Euskadi es residual, porque quizá Casado da por buena independencia de los dos territorios, su nula influencia política y social, a cambio de exacerbar los más bajos instintos en el resto de España que se traducen en votos. Ahora cabalga a lomos de las encuestas porque Sánchez se enreda en broncas que le lastran y que solo favorecen a sus adversarios, sin olvidar, el ascenso lento pero seguro de Díaz. La vicepresidenta ha ganado la última batalla, la de la reforma laboral. Si logra el acuerdo, ganará. Si no lo logra, también ganará, porque a ojos de los votantes de izquierdas, el culpable tiene un nombre: Pedro Sánchez.