Me vienen a la memoria dos anécdotas de hace años que relaciono con una decisión política actual y que podrían ser relevantes.

Una: la entrevista a solas con Jordi Pujol.

En la Semana Santa de 2012, un amigo mío que trabajaba para el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) me hizo llegar el correo electrónico de la secretaria personal del expresident Pujol en la Fundació Privada Centre d'Estudis Jordi Pujol, que tenía su sede en el Paseo de Gràcia de la capital catalana.

En aquella época, Artur Mas era el Molt Honorable President de la Generalitat desde hacía un par de años.

Aquel contacto fue el primer paso para entrevistarme con Pujol. Me envió una carta en la que me decía que la independencia de Cataluña era un sueño imposible, pero que el nuevo president lo iba a intentar.

Recuerdo que Pujol me dijo que me contestaba por el tono amable de mi carta. Y, efectivamente, quedamos para una entrevista en octubre de aquel mismo año, que finalmente realicé en el Hotel Ciutat de Granollers ante un centenar de empresarios vallesanos.

En aquella época había tenido lugar la primera gran manifestación del recién iniciado procés, ahora ya fallecido...

Dos: una interviú con el Opus.

Es ese mismo año, me llamó un sacerdote del Opus. Carol, que era de Sant Cugat, quería almorzar conmigo porque era el director de la Revista del Vallès, la que más se vendía entonces.

Durante el encuentro, el capellán me preguntó si era católico y le contesté que tenía una concepción cristiana de la vida fruto de lo que había visto, y de mi familia.

Y tres: la CUP dice que se ha acabado el bròquil.

Eso ha dicho el jefe de los antistemas en Cataluña. Rompe con el Govern porque ve que lo de la independencia está como hace diez años. Vamos, que es inviable.