Artur Mas y las ex consejeras Joana Ortega e Irene Rigau se sentarán en el banquillo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña entre el 6 y el 9 de febrero, acusados de desobediencia y prevaricación. Es posible que también se fije para el primer trimestre de este año el juicio a Carme Forcadell, la presidenta del Parlamento. El Supremo ya envía a juicio a Francesc Homs, también por desobediencia y prevaricación. Si siguen así, el siguiente seria Carles Puigdemont. Se juegan una pena de inhabilitación para el ejercicio de cargo público que podría ser de hasta 10 años en algunos casos. Aunque esto parece insignificante comparado con las penas de prisión por casos de corrupción, que están en el aire por los procedimientos sumariales para altos cargos de Convergència.

Hay quien supone que la conversión de Convergència al independentismo es una salida hacia delante para evitar las consecuencias de los juicios por corrupción a ex altos cargos de la Generalitat, entre ellos la familia Pujol. Pero, ¿saltarse la ley para judicializar la política no es también otra cortina de humo? ¿Los casos pendientes por desobediencia y prevaricación en el desarrollo de cargo público se podrían acabar confundiendo en el tiempo con el tráfico de causas por corrupción en los tribunales y aumentar la carnaza que alimenta el victimismo?

Sin embargo, otros personajes siguen otras hojas de ruta más tibias: utilizar el Parlamento para quemar fotografías del Rey o avisar a todos que van a ir a trabajar el día de fiesta nacional, pero descansar en las fiestas religiosas; decir que no se es monárquico y pedir a los Reyes Magos que nos traigan la República; recurrir al Tribunal Constitucional para lo que conviene y decir que no se le obedece cuando se da el caso; no presentarse cuando el juez lo pide, para pactar después con los Mossos en qué momentos los pondrán los grilletes, coincidiendo con la presencia de periodistas. En resumen, aumentar la tensión mareando jueces y salir en la prensa con tácticas hipócritas y sin arriesgar demasiado.

Gira y gira el prusés en una noria incansable en la que los pasajeros empiezan a pensar que preferirían que los dejaran bajar porque se empiezan a marear y no se mueven del lugar

Finalmente, hay un tercer nivel, solo de gestos: cerrar filas junto a los encausados cuando van a declarar en los juzgados, hacerse la foto con los ofendidos, pero no firmar ni un papel ni distinguirse en nada que suponga una actuación que comprometa ante la justicia. Como vimos en Junqueras en el pasado simulacro de referéndum. ¿Corrió algún riesgo? No, simplemente fue a votar como el resto de ciudadanos que lo hicieron.

La verdad es que a algunos les beneficia enormemente que desactiven para el ejercicio de cargo público a los posibles competidores políticos, sobre todo si pertenecen al partido que ha mantenido la hegemonía nacionalista durante la democracia. ¿Perfil bajo? Sí. ¿Por qué dar más si los demás se lanzan solos a la hoguera con tanto entusiasmo?

Todas las hojas de ruta, las desconexiones inminentes, las constituciones secretas, el talante chulesco, las múltiples votaciones sean por pseudo-referéndums o elecciones pseudo-plebiscitarias, siempre con resultados fallidos para el independentismo, vuelven sistemáticamente a la casilla de salida a medida que se agotan. Gira y gira el prusés en una noria incansable en la que los pasajeros empiezan a pensar que preferirían que los dejaran bajar porque se empiezan a marear y no se mueven del lugar. En este interminable "marear la perdiz", Puigdemont dice que convocará un referéndum pactado y legal, pero no sabemos con quién pretende pactar ni a qué ley se refiere. ¿A la que tiene escondida del Parlamento y los ciudadanos en una caja fuerte? ¿Será Junqueras el encargado de organizar el referéndum que ya hicieron el 9N, tanto si lo aprueba el Gobierno español como si no? ¿Junqueras organizando un referéndum ilegal similar al anterior, mientras lo suben al trono las encuestas? Permitan que lo dude. ¿No hará como James Dean en la película Rebelde sin causa, que en el último minuto quita el pie del acelerador, mientras su contrincante, más chulo que él, se estrella cayendo solito al vacío? ¿O será Puigdemont el que se retire de la escena convocando elecciones en el momento oportuno?