Que el cargo de president de la Generalitat de Cataluña es disociable de la condición de Molt Honorable lo sabemos hace tiempo. Dicha disociación empezó con Jordi Pujol, el impune defraudador tributario y jefe del clan familiar y político del 3% (con el difunto Macià Alavedra o el siempre gris Lluís Prenafeta). Pasó por Artur Mas, cuya bipolaridad le llevó de ser un nacionalista moderado de centro derecha a ser un ultra independentista de extrema izquierda hasta que esta lo fagocitó y expulsó. Siguió por el enorme patinazo eligiendo a su sucesor Carles Puigdemont, cobarde prófugo de la justicia que vive acomodado en Waterloo tras defraudar a millones de catalanes al declarar una efímera independencia (por suspenderla segundos después). Y finalmente su marioneta, el más impresentable de todos sin ningún género de dudas, Joaquim Torra, si es que el cargo y la responsabilidad le son atribuibles pues él mismo es tan irresponsable que lo niega atribuyéndoselos al prófugo.

En primer lugar, hay que ser muy desconsiderado para tener la condición de president de todos los catalanes y dirigirse abierta y explícitamente a sólo una parte de Cataluña, pues no son más catalanes los de la CUP y/o los CDR que los que amamos Cataluña queriendo que siga siendo parte de España. No somos menos catalanes los que abogamos por una Cataluña pacífica que los que expresan su pasión por Cataluña con la violencia, ensuciándola y perjudicando a otros catalanes en su día a día, por lo que yo no me siento representado ni tutelado en absoluto por Joaquim Torra con su actitud sectaria y excluyente.

Por otra parte, hay que querer muy poco a Cataluña, por no decir que hay que desearle lo peor a Cataluña, para hacer lo que está haciendo y comportarse como se está comportando el señor --título cuestionable para el personaje-- Torra. Sí, hay que ser un pésimo catalán o estar muy mal de la cabeza a la hora de juzgar y valorar una situación y calificar como "hecho aislado" sin darle más importancia a que se asalte el Parlament de Cataluña (obligando a los parlamentarios a salir escoltados), se corte la AP7, se bloquee la estación de AVE de Girona, se corte y ensucie el Paseo de Gracia o se dé una imagen de la Via Laietana más propia de la lamentable Caracas de Nicolás Maduro, que de la Barcelona que todos queremos y nos gustaría ver y tener.

Y hay que ser muy necio para, desde un cargo público como el suyo que es además jefe de los Mossos d’Esquadra, incitar a la violencia a unos CDRs que tiene muy calientes --pues motivos no les falta porque les promete una cosa y luego hace la contraria-- aplaudiendo su actitud cuando los mismos quieren el cese del conseller de Interior y cargan y lesionan a los Mossos. Mosos que, aunque tengan de director a otro necio como Andreu Martínez (pues llegó a afirmar a toro pasado que la estrategia para preservar el orden público el 1 de octubre fue la correcta, como si los catalanes fuésemos ciegos o idiotas), de forma creciente se preguntan por qué su máxima autoridad que debe velar por su integridad es quien jalea, anima y aplaude a otros para que apretando les provoquen las lesiones.

A cualquier cosa le llamamos democracia en Cataluña, pues yo creo que ahora mismo hay una anarquía con principios de dictadura porque tenemos a un Torra(rista) que lejos de buscar la concordia en una Cataluña, cuya sociedad está incuestionablemente dividida por no decir fragmentada, siembra la discordia. Y lo peor es que dicho personaje --a quien sin duda juzgará la historia como el peor president de la Generalitat de Cataluña-- campa a sus anchas, pues en Barcelona la alcaldesa Ada Colau permite el caos mirando para otro lado mientras se deteriora día tras día la imagen y marca Barcelona. Y en el Gobierno central está claro que a Pedro Sánchez le interesa más seguir yendo a conciertos en Benicasim en el jet del Estado que poner orden en Cataluña, basta ver la tibieza de su ministro José Luis Ábalos, quien consideró que lo ocurrido el 1 de octubre transcurrió "de modo asumible". Suerte que el tiempo pone a todo el mundo en su sitio...