Quim Torra es un presidente de la Generalitat especial; lo sabemos desde el primer día de su mandato porque él nunca lo ha escondido: ocupa plaza de interino y no le interesa la gobernación. Hasta aquí, todo asumido. Su desgana era un inconveniente para el país, sin embargo, dado que el país viene sobreviviendo a gobiernos soñadores desde hace años, tampoco nadie le hacía demasiado caso.

Pero ahora resulta que una parte del independentismo se aviene a discutir el futuro de Cataluña atendiendo a las razones de la otra parte y, automáticamente, Torra enarbola la bandera de la autodeterminación para asustar a ERC, sus queridos socios de gobierno a quienes no dudaría en quitarles la vicepresidencia para impedir que un republicano le sucediera en la presidencia en cuanto sea inhabilitado.

Torra pues, además de no ejercer la presidencia del autogobierno catalán, amenaza ya directamente con ser un obstáculo directo para los planes dialogantes de ERC y, de prosperar el recurso del PP ante la Junta Electoral Central, será un inconveniente para JxCat. En estas fechas navideñas, comprobando el presidente que algunos de los suyos hacían cábalas sobre cómo substituirlo en caso de una inhabilitación exprés, montó en cólera, exigiéndoles silencio y, en todo caso, apoyo a su continuidad en el cargo, que, según afirma, no piensa abandonar de no pedírselo el Parlament; una promesa difícil de cumplir, como tantas otras que ha incumplido.

El conflicto está ahí. Su interinidad, tantas veces glosada como fiel substituto del supuesto presidente legítimo, Carles Puigdemont, parece amortizada, incluso para algunos del PDeCAT-JxCat, que no parecen dispuestos a enfrentarse al vacío de poder en el Palau de la Generalitat, ni mucho menos a perder la presidencia en beneficio de ERC por simple falta de previsión. Nadie duda de la imposibilidad de seguir en el cargo de avanzar la JEC la inhabilitación todavía no confirmada por el Tribunal Supremo, por muy discutible que esta medida sea.

El problema de la media Cataluña que nunca creyó en Torra está a punto de convertirse en el problema de Cataluña entera, por razones bien diversas, sean de fondo, tácticas o estratégicas. Paradójicamente, solo la Junta Electoral Central le puede salvar a Torra su corta carrera política, convirtiéndolo en víctima de una injusticia palmaria en caso de inhabilitarlo antes de que se cumpla el recurso pertinente ante el TS. La intromisión de un ente administrativo como la JEC en una causa penal como la seguida por la desobediencia de Torra en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, pendiente de confirmación de sentencia, salvaría el prestigio patriótico de Torra, pero constituiría un auténtico desastre para el resto del país.

En primera instancia, un desastre político para la nueva etapa que parece abrirse con la investidura de Pedro Sánchez gracias a la abstención de ERC. Las dificultades a las que deberán hacer frente los republicanos, provenientes de su propio bloque, en cuanto hayan aprobado su pacto con el PSOE se multiplicarían por mil si la JEC se tomara la justicia por su mano e inhabilitaran a Torra esta misma semana.

El presidente inhabilitado se cerraría en banda, y aunque al final no tuviera más remedio que aceptar una medida que muchos juristas consideran un exceso, antes provocaría un serio conflicto parlamentario al exigir, muy probablemente, el apoyo de los grupos independentistas a su continuidad, al menos mientras no se pronuncie el Tribunal Supremo.

Un acelerón como este obligaría a JxCat a mover la ficha de la sustitución meses antes de lo que tenían previsto, con el consecuente cabreo de Torra y seguramente también de Puigdemont, quien está celebrando estas semanas su gran éxito como europarlamentario. La sustitución debe estar precedida de una crisis de gobierno para asegurar que la presidencia no recaerá en un “amigo” de ERC; salvo que JxCat se decidiera por ir a elecciones precipitadamente, lo que obligaría a Puigdemont a plantearse su futuro en el Parlamento Europeo justo cuando acaba de estrenarse. Un lío previsto para dentro de medio año, aproximadamente, pero que la JEC puede provocar para las próximas semanas, de no remediarlo la prudencia.