Que nos veamos inmersos en una situación grave y sin precedentes, donde la vida de las personas, su futuro laboral y personal está en juego es dramático.

Que hayamos visto cómo miles y miles de personas han fallecido por un virus difícil de controlar, y en muchos casos hayan tenido que dejar el último aliento de su vida en la más absoluta soledad sin la compañía de sus seres queridos resulta espeluznante.

Que hayamos comprobado cómo muchos y diferentes colectivos de profesionales han estado al pie del cañón, exponiendo su salud mientras se enfrentan a la crueldad de una enfermedad sin las medidas de seguridad adecuadas a la vez que íbamos constatando como una gran cantidad de negocios, comercios y autónomos de cualquier actividad han tenido que cerrar sus puertas, es terrible. 

Sobrecogedor diría yo, para quién como parte afectada lo esté viviendo en sus carnes.

Quienes hemos sido autónomos, quienes de la nada hemos levantado un pequeño negocio con muchas horas de trabajo y esfuerzo hemos tenido que prescindir, en no pocas ocasiones de domingos y fiestas de guardar porque había que terminar un trabajo para el lunes a primera hora, o nos hemos tenido que quedar sin vacaciones porque había que pintar y acondicionar el local, e incluso hemos tenido que renunciar a nuestros derechos sociales más básicos como los días de baja por maternidad o poderte quedar en cama con una gripe. La responsabilidad hacia tus clientes, la carencia de ayudas por parte de la administración y el hecho de que no te puedes permitir el lujo de perder ni un solo cliente hace que el dicho de que “los autónomos no pueden ponerse enfermos” sea una realidad.

Por eso, los ciudadanos no podemos comprender cómo las personas que tienen en sus manos una responsabilidad tan enorme como es la de gestionar que nuestro país funcione a todos los niveles, empezando por la protección frente a una segunda ola de contagios por Covid-19 que todos sabíamos desde hace meses que iba a llegar, hayan desperdiciado un tiempo tan valioso y en lugar de buscar fórmulas de abordaje, medidas preventivas y reformas estructurales hayan estado ausentes, bajo la coartada de las vacaciones estivales. No podemos comprender esa falta de previsión y esa ausencia. ¿Es que acaso las familias que tuvieron que cerrar obligatoriamente durante el confinamiento sus comercios, bares, tiendas durante los meses de confinamiento, y que se han visto impelidas irremediablemente a intentar reflotarlos durante el mes de agosto, renunciando a sus días de descanso no tenían, al igual que nuestros gobernantes, ese derecho?

¿Es que acaso los funcionarios de centros penitenciarios, los trabajadores sanitarios, los de seguridad, los maestros y un sinfín de colectivos que llevan todo el mes advirtiendo que si no se implantan medidas los contagios masivos proliferarán en todos los ámbitos, no tienen derecho a ser protegidos en su salud?

Ahora ya no hay justificación para el desconcierto y la improvisación. Ya no se puede disfrazar la ineptitud y la desidia de quienes voluntariamente se pusieron al frente de un país para gobernarlo y que con el juramento o promesa que hicieron frente a nuestra máxima ley que es la Constitución tienen la responsabilidad de velar por nuestros intereses y protegernos frente a las consecuencias sanitarias, sociales y económicas que todos sabíamos que iban a llegar. 

Pero el colmo lo hemos visto estos últimos días, cuando ante la situación difícil que se nos viene encima y cuando se requiere un liderazgo en el Presidente del Gobierno que tome decisiones por difíciles que puedan ser, nos encontramos con un presidente eslógan, que no nos sirve, que escurre el bulto de una manera descarada, trasladando la responsabilidad a las Comunidades Autónomas sin hacerse cargo ni siquiera de la necesaria  coordinación para que no resulte un descomunal desorden. Y al final tendremos que ver como, entre unos y otros, la responsabilidad será desplazada al ciudadano de a pie.

Mientras tanto, aquí en Cataluña, los dirigentes de un Gobierno formado por JxCat y ERC cuya misión, en estas circunstancias, debería ser prioritariamente la protección de los catalanes, resulta que muestran su irresponsabilidad cediendo frente a intereses de asociaciones como la ANC que incitan a acudir a concentraciones, por muy legítimas y motivadoras que en otros momentos pudieran ser, cuando los médicos y demás expertos están alertándonos de la necesidad de ser prudentes.

Y tres días después se abren los colegios. 

Esto ya lo hemos vivido: hace seis meses el gobierno permitió e incluso animó a acudir a una manifestación de la que estuvimos meses arrepintiéndonos. Y ahora en Cataluña, Joaquim Torra, que tanto critica al gobierno español copia sus errores.

Visto que no hay manera, si nuestros gobernantes no dan la talla y no tienen el sentido común necesario, tengámoslo nosotros porque, pudiéndolo evitar nada justifica la pérdida de una vida humana.